Literatura










El Jugador de Ajedrez



Escrito por el autor austríaco de origen judio: Stefan Zweg (1880-1942)


Editorial Juventud, Barcelona 1955






















A bordo del gran trasatlántico se alistaba para abandonar a media­noche el puerto de Nueva York con destino a Buenos Aires, reinaba la agitación característica de los momentos que preceden a lapartida. Los últimos viajeros embarca­ban escoltados por una multitud de amigos; los reparti­dores de telegramas, con el gorro ladeado, nombraban a gritos a los destinatarios, a quienes buscaban a través de los salones; los mozos transportaban baúles y cestas de flores, y los niños de los viajeros corrían curioseando el barco, mientras la orquesta tocaba y tocaba sin cesar con mucho brío.
En elpuente-paseo, un poco apartados del bullicio ge­neral, charlábamos un amigo y yo cuando vimos brillar algo así como unos relámpagos. Eran las luces de que se valían los fotógrafos para obtener los retratos de algún personaje de importancia antes de la partida. Mi com­pañero miró hacia donde habían brillado los relámpagos y sonrió:
—Lleva usted como compañero de viaje a un pez gor­do: Czentovic...Y como yo pusiese cara de no comprender, porque no me sonaba aquel nombre, añadió:
—Se trata de Mirko Czentovic, el campeón mundial de ajedrez. Acaba de cruzar los Estados Unidos de este a oeste, saliendo vencedor de todos los torneos y ahora se va a cosechar nuevos laureles a la Argentina.
Yo me acordé entonces del joven campeón y de al­gunas particularidades de su asombrosa carrera. Miami­go, que solía leer los periódicos con más aplicación que yo, completó mis recuerdos con gran cantidad de anéc­dotas.
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Hacía alrededor de un año que Czentovic se había puesto de pronto a nivel de los grandes maestros, con­virtiéndose en la más famosa celebridad del tablero blanco y negro. Alekhine, Capablanca, Tartakower, Lasker, Bogoljubow, no tenían nada que enseñarle. Desde que,en 1922, Rzecewski,.el niño prodigio de siete años, se dis­tinguió en el torneo de Nueva York, nadie había visto a un personaje oscuro atraer con tanta brillantez la atención del mundo sobre la ilustre cofradía de los juga­dores de ajedrez. Porque las facultades intelectuales de Czentovic en ningún caso hubieran permitido predecirle un brillante porvenir. Corrió el rumor de que este cam­peón eraincapaz de escribir una sola frase, sin cometer faltas de ortografía, incluso ni en su propia lengua, y que, según las palabras de un contrincante despechado, "su incultura era enciclopédica".

Czentovic era hijo de un miserable batelero del Da­nubio, cuya embarcación fue hundida una noche por un vapor cargado de trigo. A la muerte de su padre, el chi­quillo, que tenía doce años, fue recogido porel cura de su pueblo, un excelente hombre que se esforzaba cada noche en que el muchacho aprendiese las lecciones que no era capaz de retener en la escuela, haciéndoselas re­petir infinidad de veces.Pero el paciente clérigo no obtuvo el menor éxito con el muchacho. Mirko inclinaba su ancha frente sobre los caracteres escritos que le habían sido explicados ya cien­tos de veces, mirándolos con ojosvacíos; su cerebro era impotente para retener ni siquiera las lecciones más ele­mentales. A los catorce años tenía aún que ayudarse de los dedos para poder contar y sólo conseguía leer un perió­dico después de enormes esfuerzos. Nadie hubiera podido decir, sin embargo, que todo aquello era cuestión de mala voluntad. El pobre hacía dócilmente todo cuanto le or­denaban: acarreaba agua, cortaba leña,trabajaba en el campo, limpiaba la cocina... En una palabra, desempe­ñaba concienzudamente, aunque con lentitud desesperante, todos los servicios que se le encomendaban.
Pero lo que apenaba, sobre todo, al buen cura protec­tor de Czentovic era la indiferencia total del extraño mu­chacho. Jamás emprendía nada por su cuenta, jamás ha­cía una pregunta y ni jugar siquiera con los chicos de su...