Literatura

BIENVENIDOS A LAS TUMBAS

Una potencial lluvia azotaba las calles de Londres. La luna se situaba en lo más alto cubriendo con su plateado brillo cada rincón y avenida de la vistosa ciudad. El imponente y empírico Big Ben que se pronunciaba hacía el gran firmamento rompiéndolo en dos marcaba las doce pasada. Era una tranquila noche en la Jefatura de policía para el general Alfred Makenzi. Esmás, venía siendo una semana más que tranquila ya que no había ocurrido ningún delito desde el pasado martes, cuando un hombre fue encontrado muerto en su casa por la ingesta de una pequeña dosis de veneno para ratas. Un caso poco atípico por su apariencia y que todavía no se había descubierto a su responsable.
Cerca de la una de la madrugada, mientras Alfred descansaba en su despacho con unacaliente taza de café para amortiguar el frío que cubría el lugar, escuchó al teléfono sonar. Sus instintos rápidamente le dijeron que no eran buenas noticias, en absoluto.
Él levantó el tuvo y la voz de una desesperada mujer inundó la habitación. Un jadeoso y acelerado ritmo hacía que sus palabras salieran de una forma muy rápida y hasta en cierto caso resultaban un poco inentendibles. La misma nodio su identidad sino que más bien dejo en claro que era una vecina perteneciente al barrio de Bedford Park, en dónde unos espeluznantes y ahogados ruidos provenían del hogar de una de sus vecinas. La misma aparentaba ser Suzanne Collins, una pediatra profesional del hospital de la ciudad. El comisario no decidió pedir refuerzos ya que aún no era certera dicha denuncia por lo que decidió ir allugar y comprobar por sí mismo el escenario.
Al cabo de unos 20 minutos su auto ya estaba aparcado al frente de la casa de la doctora. A primera vista, no parecía haber nada fuera de lo común. Las ventanas que daban al frente estaban perfectamente cerradas y ningún rastro de luz rompía la oscuridad que desde allí se percibía. Alfred descendió rápidamente y antes de golpear la puerta vio que estáestaba abierta escasamente. Era curioso ya que a simple viste no parecía estarlo. El jefe decidió entrar y sacar su linterna velozmente. El oscuro escenario no mostró nada más que los acomodados sillones y relucientes cuadros que adornaban el living de la casa. El robusto oficial con una detallada mirada tan sutil cómo los ojos de un lobo al momento de cazar prosiguió en búsqueda de su presa. Élsabía que había algo raro, lo percibía en el ambiente.
Al toparse con la cocina vio que unas mojadas huellas en secuencia conducían al patio trasero de la casa. Estas parecían ser recientes ya que la misma humedad del pasto había manchado el reluciente y acerado piso de cerámicos. Unos restos de helechos revoloteaban alrededor de ellos. Cuidadosamente el policía avanzaba hacia el fondo. Con un pocode suerte pudo encontrar el interruptor de la luz, lo cual iluminó el desconocido escenario.
Cuando irrumpió en el mismo, sus ojos contemplaron un lujoso y extenso jardín. Vívidos colores de rosas rojas y blancas, junto a unas esbeltas y detalladas regaderas le daban al paisaje un tono prismático y afinado en medio de la penumbra de la noche. Por el costado también se podían ver unos pequeñosy tímidos ciprés que aún estaban creciendo pero inmediatamente la luminosidad de aquellos colores se vio interrumpida por lo que Alfred estaba buscando.
Entre uno de los medianos arboles a la otra esquina del jardín una larga pierna se asomaba. Era la pierna de una mujer, de eso no había dudas. La anatomía del cuerpo era inconfundible. La respiración de aquel hombre se tornó más tensa yasegurando su mano para sacar su arma en caso de necesitarla empezó a acercarse mirando a sus alrededores. La imagen que contempló fue abrumadora: el cuerpo de la doctora Suzanne yacía allí tirada con un gran corte que recorría su cuello. La sangre aún resurgía de aquella herida por lo que no había pasado mucho tiempo del asesinato.
La fachada del policía no se alteró demasiado ya que estaba...