Literatura

Páginas: 378 (94324 palabras) Publicado: 27 de agosto de 2014

EEl tiempo no tiene una sino sus muchas ruedas. Una rueda para las criaturas de corazón lento, y otra para las de corazón apresurado. Ruedas para las criaturas que envejecen lentamente, ruedas para las que se hacen viejas con el día.
Digo esto porque habrá quienes quieran saber cuánto tiempo transcurrió desde que los husihuilkes regresaron a Los Confines, después de la guerra contra lossideresios, hasta el día en que Kuy-Kuyen se irritó por la torpeza conque Wilkilén desgranaba el maíz.
Si me preguntan esto deberé responder que los hom­bres contaron cinco cosechas, el tiempo de ver crecer a un niño. Pero deberé agregar que las luciérnagas contaron cientos y cientos de generaciones muertas, un tiempo per­dido en sus memorias. Y que para la montaña transcurrió apenas un instante.Dice el que cuenta que Misáianes, hijo de la Muerte, dispone de más tiempo que una montaña.
Digo lo que es verdad. La rueda de Misáianes gira muy lentamente, como pausado late su corazón. Sucedió que, después de zarpar la flota que partía a con­quistar las Tierras Fértiles, Misáianes quiso dormitar un momento. Bostezó un gran viento a favor de las velas de sus naves, y se acomodó en el hueco de sumonte.
Pero Misáianes apenas había alcanzado el sueño cuando el dormir se le pobló de presagios, de náuseas y de adver­tencias que lo obligaron a abrir los ojos. Frente a él había una comitiva de parientes asustados, que retrocedieron al verlo despertar. Ninguno de ellos quería ser el pregonero del fracaso. Ninguno quería anunciarle la derrota.
No había, entre todos, quien se atreviera a decirleque Drimus se había quedado en las Tierras Fértiles, con algunos hombres y sus perros. Y que Leogrós había hecho el viaje de regreso para enfrentar su castigo.
Misáianes tuvo que increparlos para que balbucearan la desgracia. Cuando escuchó y comprendió lo que había sucedido, el Odio Eterno se revolvió en su nicho de roca hasta abrirse la carne.
Mientras esto ocurría, los husihuilkes volvieron aabrir surcos, pusieron semillas y levantaron una cosecha. La pri­mera después del final de la guerra.
Luego Misáianes rugió. Todos en sus dominios se prote­gieron la cabeza entre los brazos, y aun así cayeron venci­dos por el dolor. Y mientras Misáianes rugía en la cima de un monte de las Tierras Antiguas, los husihuilkes de Los Confines vieron madurar la segunda cosecha.
Pero un día Misáianesse apaciguó. Comprendió lo que debía hacer. El hijo de la Muerte recuperaba la calma, y en el sur de la Tierra la tercera cosecha de zapallos recuperaba su dulzura.
Cuando Misáianes ordenó que buscaran a su madre y la llevaran frente a él, la gente de Los Confines estaba can­tando. Se pasaban de mano en mano los zapallos nuevos y apilaban los frutos del maíz en montones de abundancia.
La madreacudió al llamado del hijo. Para entonces, los hombres del sur se preparaban para levantar la quinta cose­cha, las luciérnagas habían perdido la cuenta de sus siglos, la montaña era casi la misma. Y Kuy-Kuyen se enojaba por­que Wilkilén desgranaba el maíz fuera del cesto.

La última historia de Vieja Kush
Las dos hermanas desgranaban maíz para después moler harina. Estaban sentadas en el suelo,cada una con un cesto de mimbre rodeado por las piernas. Entre Kuy-Kuyen y su cesto se interponía un generoso vientre de madre. Entre Wilkilén y el suyo, la canción del Dañino Mosquito.
-Sería mejor que ese mosquito zumbara menos y tú trabajaras con mayor cuidado -se enojó Kuy-Kuyen.
Los granos de maíz que Wilkilén separaba del marlo, ayudada por un cuchillo de madera, se desparramaban por todosu alrededor cada vez que terminaba una estrofa y llegaba el momento de zumbar. Cuando el Dañino Mosqui­to abandonaba el pantano y volaba en nubes a las casas de los hombres para atacar a los niños dormidos, Wilkilén cerraba los ojos. Giraba la cabeza y zumbaba con expresión conmovida como si todos los niños husihuilkes, picados y llorosos, estuviesen frente a ella. Cuando los hombres encendían...
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