Literatura
TEXTO
Ayer, sin embargo, Polina no volvió a hablarme del juego. Evitó durante todo el día
dirigirme la palabra. Su modo anterior de conducirse conmigo no había cambiado.
Cuando nos encontramos sigue tratándome con absoluta indiferencia, a la que añade
incluso un desdén hostil. No intenta, lo veo claramente, disimular su aversión hacia mí. Por otra
parte, tampoco oculta que le soynecesario y que me tiene como reserva para otras ocasiones
propicias.
Una relación extraña se ha establecido entre nosotros. No me lo explico, dada la
arrogancia y el orgullo con que trata a todo el mundo.
Sabe, por ejemplo, que yo la amo con locura, y me permite, incluso, hablarle de mi
pasión, francamente, sin trabas. No podía demostrarme mejor su desdén con este permiso: “Ya
ves, hago tan poco casode tus sentimientos, que todo lo que puedas decirme o experimentar me
tiene absolutamente sin cuidado”.
La abuela comenzó por observar a los jugadores. A media voz me hacía preguntas bruscas, inconexas: ¿quién es ése? Le agradaba en particular un joven que estaba a un extremo de la mesa jugando fuerte y que, según se murmuraba en torno, había ganado ya hasta cuarenta mil francos, amontonadosante él en oro y billetes de banco. Estaba pálido, le brillaban los ojos y le temblaban las manos. Apostaba ahora sin contar el dinero, cuanto podía coger con la mano, y a pesar de ello seguía ganando y amontonando dinero a más y mejor. Los lacayos se movían solícitos a su alrededor, le arrimaron un sillón, despejaron un espacio en torno suyo para que estuviera más a sus anchas y no sufrieraapretujones -todo ello con la esperanza de recibir una amplia gratificación-. Algunos jugadores con suerte daban a los lacayos generosas propinas, sin contar el dinero, gozosos, también cuanto con la mano podían sacar del bolsillo. Junto al joven estaba ya instalado un polaco muy servicial, que cortésmente, pero sin parar, le decía algo por lo bajo, seguramente indicándole qué puestas hacer,asesorándole y guiando el juego, también con la esperanza, por supuesto, de recibir más tarde una dádiva. Pero el jugador casi no le miraba, hacía sus puestas al buen tuntún y ganaba siempre. Estaba claro que no se daba cuenta de lo que hacía.
La abuela le observó algunos minutos.
Fecha 2012
Era raro mi estado de ánimo: en el bolsillo tenía en total veinte federicos de oro; me hallaba en tierraextraña, lejos de la propia, sin trabajo y sin medios de subsistencia, sin esperanza, sin posibilidades, y, sin embargo, no me sentía inquieto. Si no hubiera sido por Polina, me hubiera entregado sin más al interés cómico en el próximo desenlace y me hubiera reído a mandíbula batiente. Pero Polina me inquietaba; presentía que su suerte iba a decidirse, pero confieso que no era su suerte lo que metraía de cabeza. Yo quería penetrar en sus secretos. Yo deseaba que viniera a mí y me dijera: «Te quiero»; pero si eso no podía ser, si era una locura inconcebible, entonces... ¿qué cabía desear? ¿Acaso sabía yo mismo lo que quería? Me sentía despistado; sólo ambicionaba estar junto a ella, en su aureola, en su nimbo, siempre, toda la vida, eternamente. Fuera de eso no sabía nada. ¿Y acaso podíaapartarme de ella?
Cuando, por primera vez en mi vida, puse los pies en la sala, permanecí algún tiempo dudando antes de jugar. Además, la gente paralizaba mis movimientos. Pero aunque hubiese estado solo, habría ocurrido exactamente lo mismo. Creo que, en vez de jugar, quizá me habría salido enseguida. Lo confieso: el corazón me latía con violencia y no estaba tranquilo. Desde hacía tiempo estabapersuadido de que no saldría de Ruletemburgo sin una aventura, sin que algo radical y definitivo se mezclase fatalmente a mi destino. Así debe ser y así será.
Por ridícula que pueda parecer esa confianza en la ruleta, me parece todavía mucho más risible la opinión vulgar que estima absurdo el esperar algo del juego. ¿Es que es peor el juego que cualquier otro medio de procurarse dinero, el...
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