Liviu ciulei y el cine rumano. más allá de reduccionismos estereotipados

In memoriam a Liviu Ciulei

Por José Antonio Mérida Donoso

Poco, más bien nada, se dijo en su momento, sobre la muerte a sus ochenta y ocho años del director de Pădurea spânzuraţilor (El bosque de los ahorcados). Los medios internacionales permanecían impasibles ante la noticia mientras en Rumanía aparecía sin grandes ecos. El director que en su momento consiguió que el mundo y la críticadel celuloide volvieran sus ojos hacia Rumanía, moría olvidado en Alemania.

En el olvido quedaba su momento de gloria, cuando su película Pădurea spânzuraţilor participó en el Festival Internacional de Cannes, donde se llevó el premio al mejor director, precisamente en 1965, el mismo año que Ceaucescu se convertía en líder del PCR (Partido Comunista Rumano).

El que fuera director artístico,actor y productor, se puso muchas más veces delante de los escenarios que detrás de la cámara, rodando solo cinco veces a lo largo de su vida. Siendo director del teatro Bulandra de Bucarest, apoyó a otro de los directores más importantes de la historia del cine rumano, Lucian Pintilie, (director en 1968 de Reconstituirea/La Reconstitución, considerada la mejor película de la historia del cinerumano por la Asociación de críticos de dicho país) con la obra de teatro El revisor de Gogol.

Prohibida inmediatamente por la censura comunista tanto en Bucarest como en Moscú, Pintilie, uno de los “más grandes” de la historia cinematográfica rumana, tuvo que exiliarse en 1973 mientras Ciulei, quien también se había enfrentado con la censura en diversas ocasiones, fue despedido y acabó poniendo“agua” por medio, exiliándose a EEUU en 1980, para ser profesor en la Universidad de Columbia y la Universidad de Nueva York.

Ambas vidas suponen dos dramas, indiferentes a nuestro eurocentrismo cultural clásico (ignorante de cualquier suceso más allá de Alemania). El bosque de los ahorcados es la primera y única película rumana que hasta el momento ha conseguido un premio en Cannes a la mejordirección, dando valía de su tenacidad clásica, sin menoscabar su colorido psicológico y existencialista.

Mientras en España, la inmensa mayoría de la cinefilia apenas conoce unas pocas películas del cine rumano. Cierto es que en estos últimos años, distintos festivales internacionales, especialmente Cannes, así como unos pocos críticos han facilitado la posibilidad que el “mercado cinematográfico”se abriera mínimamente a una serie de películas rumanas como “La muerte del Sr. Lazarescu”, de Cristo Puiu, “12:08 Al este de Bucarest”, de Corneliu Poromboiu, o la especialmente conocida “4 meses, 3 semanas, 2 días”.

Sin embargo, quizá a telón de la muerte de un hombre del arte como fue Ciulei, deberíamos generar una reflexión crítica sobre nuestros prejuicios cognitivos promovidos por unosparámetros de una obsoleta e injusta “Europa cultural” que obvia los países ubicados al Este.

Hace poco tuve la oportunidad de ver en la gran pantalla, la última película de Radu Mihaileanu: La fuente de las mujeres, que no ha estado en cartelera solo en Barcelona y Madrid, sino que también ha llegado a Zaragoza. El director, oriundo de una familia judía rumana y que también abandonó Rumaníaen 1980, huyendo de la dictadura de Ceaucescu, vive a día de hoy, asentado en Francia. Esto explica en parte que sus trabajos, al ser coproducciones, hayan gozado de un mayor mercado.

Tras el éxito de El concierto, película que también pudimos ver en nuestros cines, este texto fílmico cuenta la historia de un pequeño pueblo perdido en algún lugar entre el norte de África y Oriente Medio. Consencillez y sin fisuras, desdibuja la vida marcada por la división de un machismo recalcitrante, con unos hombres dedicados al dulce “non fare niente” y unas mujeres que trabajaba arduamente en su quehacer cotidiano. Esta cotidianidad anclada en la injusticia más arcaica se rompe un día cuando Leila, una joven casada, propone al resto de mujeres una huelga de amor: no habrá sexo hasta que los...