lo mejor
Una hermosa tarde de primavera, Víctor, un hombre de aspecto elegante e
informal, fue a sentarse al que era su banco preferido del mayor parque de
aquella granciudad. Allí se sentía en paz, aflojaba el nudo de la corbata y
apoyaba los pies descalzos sobre una mullida alfombra de tréboles. A Víctor,
que tenía sesenta y cuatro años y un pasadolleno de éxitos, le gustaba aquel
lugar.
Pero esa tarde sería distinta de otras; algo inesperado estaba a punto de ocurrir.
Se acercaba al mismo banco, con intención de sentarse, otro hombre,también
en la sesentena, David. Tenía un andar cansado, tal vez abatido. Se intuía en él
a alguien triste, aunque conservaba, a su manera, un cierto aire de dignidad.
David lo estabapasando bastante mal en esos momentos. De hecho, lo había
pasado mal durante los últimos años.
David se sentó junto a Víctor y sus miradas se cruzaron. Lo extraño fue que
tanto uno como otro,los dos al mismo tiempo, pensaron que un vínculo los
unía, algo conocido... muy lejano, pero íntimamente familiar.
—¿Tú eres Víctor? —preguntó David con precaución.
—¿Y tú David? —contestóVíctor, ya seguro de que reconocía en aquella
persona a su amigo.
—¡No puede ser!
—¡No me lo creo, después de tanto tiempo!
En ese instante se levantaron, se abrazaron y soltaron unasonora carcajada.
Víctor y David habían sido amigos íntimos en la infancia, desde los dos hasta
los diez años. Eran vecinos en el modesto barrio donde vivieron sus primeros
años.
—¡Te hereconocido por esos inconfundibles ojos azules! —le explicó Víctor.
—Y yo a ti por esa mirada tan limpia y sincera que tenías hace..., hace...
¡cincuenta y cuatro años! No ha cambiado en nada—le respondió David.
Recordaron y compartieron entonces anécdotas de la infancia y recuperaron
lugares y personajes que creían olvidados. Finalmente, Víctor, que distinguía
2
Regístrate para leer el documento completo.