Lo que est s apunto de leer pas realmente
Era uno de los inviernos más fríos de todos los tiempos. Si mis ojos podrían hablar dirían que en realidad era uno de los inviernos más majos. Los árboles de la plaza Almafuerte y sus hojasestaban penetradas por tan impactante frigidez, y los juegos de niños a gritos pedían oxidarse para ser removidos de aquel lugar. Estaban expuestos a la mismísima soledad, ya que con semejante climanadie se alejaba de su casa. Con tan solo ver como se desgarraba de a poco su pintura se podía descifrar toda su añoranza. Tan bella, aun en esta situación, era esta plaza, que uno de mis escritoresfavoritos que vivía muy lejos decidió venir hasta aquí solo para inspirarse en ella para escribir uno de sus más futuramente reconocidos poemas.
El silencio que recorría las calles de Villa Martelliaturdía a mis oídos; tanto que el sonido de una bocina era alivio para ellos. Este silencio se hacia cada vez más potente en la calle Talcahuano, y finalmente se terminaba de concretar en la puerta de micasa. Abría la puerta, entraba, miraba a mi mama, a mi papa y a mi hermano, y me dirigía a mi habitación. Me quedaba allí encerrada hasta el momento en el que mi madre subía, me miraba tan fijamenteque se me dilataban las pupilas y sabía qué era el segundo momento más sagrado del día: la cena. Bajaba las escaleras, me sentaba en la punta de aquella mesa de madera, y daba el primer bocado, mirabaa mi papa y luego nuevamente a la comida, para indicarle que aquella estaba perfectamente sabrosa. Luego de estar más de 40 minutos sentada allí, subía tan ansiosamente las escaleras qué era casiseguro que con algún escalón me resbalaba, todos los días. Y ahora venia el primer momento más sagrado del día. La hora de irse a dormir. Podría jurar que todos los ciudadanos anhelaban este momento...
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