Lo que tengo...
Otro día más termina. El escaso cielo que alcanzo a ver me hace suspirar mientras ruego poder llegar a casa a tiempo, pero sé que es cuestión de suerte. Una vez más camino porestos tan poblados pasillos de la facultad tras culminar mi respectiva jornada de clases. Claro, no hay que olvidar que, como todos los días, me acompañan o, en su defecto, acompaño hasta la salida amis “amigos de turno” <<por ser miércoles, era Mary mi acompañante, pues estábamos en la misma clase>>.
Como era de costumbre, nuestras conversaciones fluían a partir de lo discutido enclase, desviándonos a las típicas anécdotas de esas cosas que normalmente tratamos de sopesar.
Pero eso ya es otra cosa. Dudo mucho que te interesen ese tipo de cosas de alguien que ni conoces<<y si no es así, pues, ¡vaya que estás mal!>>.
El cielo parecía oscurecerse con cada paso que avanzábamos. Mary y yo cuchicheábamos de rato en rato –ella es un poco (muy) inquieta-. Hacíacalor, mucho pero no demasiado, y yo seguía pensando en el fastidioso camino de regreso de aquí a casa. Íbamos por el estacionamiento cuando nos fijamos que, tras nuestros pasos, venía Bleidis, otracompañera de clases, quien andaba con su novio <<cuyo nombre olvidé por otra vez>>. Como era de esperarse, Mary aprovechó para empezar con sus tan irónicas “cosas”, las mismas por las quetanto en loquesco por su tan atrevido nivel de ocurrencia.
Íbamos tomados de la mano. Estaba nervioso, lo admito, pero no me atrevo a mirarle como algo más de lo que es para mí: una gran amiga.Gran amiga, por supuesto, aunque su estatura no llegue a igualarse a la palabra. Estábamos ya en la salida, cerca de donde se construye –aún- la pasarela de humanidades. Como mi camino me conduce aotra parte, me despedí de mis acompañantes dejándole a mi pequeña Mary un comentario sobre un novio de viernes a miércoles.
Atravesé rápidamente la calle <<más bien parecida al circuito de...
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