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Páginas: 74 (18406 palabras) Publicado: 26 de junio de 2013
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Leopoldo Alas “Clarín”

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Leopoldo Alas "Clarín"

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7 de enero de 18... A las cinco de la tarde Ambrosio Carabín, portero segundo o tercero (no lo sé bien) de esta ilustre escuela literaria,
cerraba la gran puerta verde de la fachada oriental, y, después de meterse la llave en el bolsillo, se quedaba contemplando al propietario de
la cátedra de Literaturageneral y española, que bajaba, bien envuelto
en su gabán ceniciento, por la calle de Santa Catalina. Carabín, es casi
seguro, pensaba a su manera: –¡Y que este insignificante, que ni toga
tiene, me obligue a mí, con mis treinta años de servicios, a estar de
plantón toda la tarde porque a él se le antoje tener clase a tales horas en
vez de madrugar como hacen otros que valen cien veces más,según lo
tienen acreditado!
Si el propietario de la cátedra de Literatura general y española
hubiera oído este discurso probable de Carabín, se hubiera vuelto a
contestarle: –Amigo Ambrosio, reconozco la justicia de tus quejas; pero
si yo madrugara ¡qué sería de mí! Déjame la soledad de mis mañanas
en mi lecho si quieres que siga tolerando la vida. Me has llamado insignificante. Ya sé que losoy. ¿Ves este gabán? Pues así, del mismo color, soy todo yo por dentro: ceniza, gris. Soy un filósofo, Carabín. Tú
no sabes lo que es esto: yo tampoco lo sabía hace algún tiempo cuando
estudiaba filosofía y no sabía de qué color era yo. Pues sí: soy un filósofo y casi casi un naufragio de poeta (no te rías)... y por eso no puedo,
no debo madrugar. En cuanto a que mi cátedra te estorba, temolesta,
lo admito: me lo explico. También me estorba, también me molesta a
mí. Intriga con el Gobierno para que me paguen sin poner cátedra, y
habrás hecho un beneficio al país, a ti mismo y al propietario de esta
asignatura, que ni tú, ni yo, ni los estudiantes sabemos para qué sirve.
Pero el no madrugar es indispensable: por eso, por eso es por lo que
debían pagarme a mí. No creas que en la camano hago más que dormir. No, Carabín: medito, siento, imagino, leo, escribo... Justamente
ahora doy principio a una obra, si no te parece ambiciosa la palabra, a
una obra muy interesante para el curioso lector, que soy yo mismo, yo
solo. Ea, con Dios, Ambrosio: queda con Dios, y no me desprecies demasiado. Y, en último caso, despréciame mucho... pero no me mandes
madrugar.

3

El quehabría hablado de esta suerte al portero, de haberle oído,
es el principal personaje de estas memorias, el que tiene el honor de
dirigirse la palabra, el autor, yo, D. Narciso Arroyo. Tengo treinta y
seis años, ninguna cana, pocos desengaños, ninguno de esos personales
que llegan al corazón; creo haber amado bastante, he creído lo suficiente, no me remuerde la conciencia por ninguna gran picardíade acción
o de omisión; y no emigro de España porque cuando sueño que estoy
lejos de la patria me dan amagos de disnea, allá entre pesadillas. Además, por lo que he visto de la tierra en los periódicos ilustrados y en Le
Tour du monde, todo viene a ser lo mismo. Toda la humanidad se ha
retratado, y ya no quedan más que dos tipos: o se trae corbata o se enseña el ombligo; o se sujetan con elcorsé las sagradas fuentes de la vida o se dejan resbalar languideciendo. Otrosí, estoy enamorado de esa
torre, estoy enamorado de ese monte. ¡Ay, sí! ¡Bien enamorado, mucho
más de lo que yo sabía! Ayer pasó junto a mí Elvira (como yo soy el
lector de estos apuntes, no necesito explicarme más; Elvira: demasiado
sé yo quién es Elvira). ¡Qué vieja! Sí, esto pensé: ¡qué vieja! Estos ojos
suyos noson ya aquellos ojos míos. ¿Se le apagaron a ella, o se me han
apagado a mí? A ella, a ella sin duda. Y, si no, veamos. Ahí están la torre, el monte, que no han engordado, que no palidecen. Y no es que no
se gasten... sí se gastan algo, el monte sobre todo: está más triste, más
comido por las canteras; se va quedando algo calvo de robles y de castaños; pero, con todo, son los mismos, y yo...
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