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Porque hubo un tiempo de mi adolescencia en que ardí en deseos de hartarme de las cosas más bajas, y oséoscurecerme con, varios y sombríos amores, y se marchitó mi hermosura, y me volví podredumbre ante tus ojos por agradarme a mí y desear agradar a los ojos de los hombres.
II,4. Pero yo, miserable,habiéndote abandonado, me convertí en un hervidero, siguiendo el ímpetu de mi pasión, y traspasé todos tus preceptos, aunque no evadí tus castigos; y ¿quién lo logró de los mortales? Porque tú siempreestabas a mi lado, ensañándote misericordiosamente conmigo y rociando con amarguísimas contrariedades todos mis goces ilícitos para que buscara así el gozo sin contrariedades y, cuando yo lo hallara, enmodo alguno lo hallara fuera de ti, Señor; fuera de ti, que provocas el dolor para educar, y hieres para sanar, y nos das muerte para que no muramos sin ti.
Pero ¿dónde estaba yo? ¡Oh, y qué lejos,desterrado de las delicias de tu casa en aquel año décimosexto de la edad de mi carne, cuando la locura de la libídine, permitida por la desvergüenza humana, pero ilícita según tus leyes, tomó el bastónde mando sobre mí y yo rendí totalmente a ella! Ni aun los míos se cuidaron de recogerme en el matrimonio al verme caer en ella; su cuidado fue sólo de que aprendiera a componer discursos magníficos ya persuadir con la palabra.
III,5. En este mismo año se interrumpieron mis estudios, cuando estaba de regreso en Madaura, ciudad vecina, a la que había ido a estudiar literatura y oratoria, en...
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