Los adolescentes y el dictado familiar

Los adolescentes y el dictado familiar

Desde que el chico nace va recibiendo en el seno familiar, además de afecto y cuidado, directivas (“no hables con la boca llena”), usos (“los domingosalmorzamos en la casa de la abuela”), ritmos (“no puede ser que tardes más de diez minutos para bañarte”), medidas (“esa radio está muy fuerte”), concepciones (“las chicas no dicen esas palabrotas”). Esteconjunto de referencias, que siempre son más implícitas que explícitas – el dictado familiar – van armando el sustrato de la subjetividad de cada uno y, como tal, va operando en la propia vida desdeel silencio y organizando los comportamientos. Mientras transcurre la vida del chico – y cuando digo “chico” me refiero al niño desde que nació hasta que empieza a cambiar con la llegada de lapubertad – su relación con el medio familiar que lo sostuvo es mayoritariamente receptiva: el dictado familiar, a menos que lesione en exceso las inclinaciones personales, sobre todo las relativas a lapropia sensibilidad, es incluido sin mayor resistencia.
Con los cambios puberales, que incluyen el pensamiento generalizador reflexivo, el chico comienza a abroquelarse sobre sí mismo: no sólo le vacambiando el cuerpo sino que lo que se vino acumulando como dictado familiar es revisado; como quien dijera “¿será que soy tan débil que no me puedo arreglar solo?” o “¿a ver qué pasa si llego más tarde?”o “¿por qué hay que decir siempre la verdad si mamá a veces cuando la llaman por teléfono dice que diga que no está?” o “¿la honestidad incluye la coima que papá le da al zorro gris cuando lo para porpasarse en una curva?”.
La adolescencia acarrea a la familia un claro conflicto: no sólo contener-sostener a alguien que por su crecimiento va adquiriendo cada vez más movilidad (y no es lo mismosostener a alguien quieto que a alguien que se mueve) sino, además, a un sujeto que va poniendo a prueba a cada paso cada uno de los elementos constitutivos del dictado familiar, y a prueba sobre...