Cada etapa del ciclo vital plantea al ser humano problemas característicos ynuevas oportunidades de inserción en el mundo. La adolescencia constituye, ennuestros tiempos, un periodo de la vida en el que, con mayor intensidad que enotros, se aprecia la interacción de las tendencias del individuo y las metassocialmente disponibles. No puede considerarse un fenómeno de naturaleza fija e inmutable,sino que,como todo estado del desarrollo humano, es un producto de circunstancias histórico-sociales. De hecho, apenas hacia fines del siglo XVIII empezó a utilizarse el término“adolescencia”. Anteriormente se hablaba casi sólo de “niños” y “adultos”. Lapubertad marcaba el límite entre ambas etapas. Con la evolución de la instituciónescolar, con la implantación de normas que prohibían el trabajode niños, comenzó ahablarse de “juventud”. Se presentó entonces mayor atención a las transformacionesde la pubertad, y la adolescencia comenzó a considerarse un campo de elaboracióndel proyecto de vida. Durante mucho tiempo se hizo hincapié en que la adolescencia era una faseuniversal de agitación e inestabilidad crítica del ser humano que precedía su ingresoen la edad adulta. Se veía a los jóvenesviviendo algo que rayaba en lo patológico yse esperaba que mostraran manifestaciones de desajuste, las cuales prácticamenteconfiguraban lo que en las ciencias de la salud se denomina “síndrome”, esto es, unconjunto de síntomas. Con base en este concepto del síndrome de la adolescencia, se ha llegado aaseverar que el joven campesino, puesto que no presenta la fase de tormentosainestabilidadprevista e ingresa pronto a las labores adultas, “no es adolescente, escampesino”. Estamos en completo desacuerdo con las posiciones anteriormentereseñadas. En nuestra opinión, tales afirmaciones obedecen a un retraso en losconocimientos psicológicos de la adolescencia, producto del uso de fuentesrestringidas. Se ha escrito con mayor frecuencia sobre los jóvenes que correspondena un sectoreconómicamente privilegiado, y hay muy pocos estudios acerca de losjóvenes rurales y urbano-populares. Por otro lado, los adolescentes analizados con cierta profundidad y los que sedestacan sensacionalmente son con frecuencia jóvenes enfermos, y se tiende aextrapolar los hallazgos en la población patológica a procesos presentados por lanormal.
Se agrava la distorsión en la perspectiva de la adolescencia cuandose hablade ella como un periodo de “transición”. Recordemos que en todos los demásperiodos del ciclo vital o niñez, etapa adulta y vejez o se hace énfasis en que se tratade procesos de crecimiento, detención e involución del desarrollo. Cuando se hablade “transición”, se percibe la adolescencia como tránsito entre dos periodos: la niñezy la etapa adulta. Al enunciarse así, queda este estadio comopasaje a la etapaadulta, y ésta se concibe como el periodo de la problemática vital mitológicamenteresuelta. Como contrapartida, la llamada transición subraya el síndrome de rebeldía,conflictos consigo mismo y con el medio, lo que resulta tener cierto resabio deaquellos planteamientos de la adolescencia como un periodo tormentoso deinestabilidad emocional. Lo esencial de este periodo no es lotransicional ni laaparición de un conjunto de perturbaciones. El adolescente desadaptado no es lonormal. La adolescencia tiene una tarea que Erikson señala con nitidez: “comprometeal individuo en crecimiento con los logros posibles de una civilización en existencia”.Es, como señala Gracia Reinoso, la aparición del hombre productor y reproductor.Distorsionamos la visión de los jóvenes si suponemos queexiste una asociacióninevitable, de parte a parte, entre los cambios del crecimiento físico y una crisis deinadaptación social. Actualmente, la mayoría de los estudiosos del tema definen los límites de laadolescencia a partir de dos instancias diferentes. Consideran que éste se inicia conlos cambios biológicos de la pubescencia y finaliza con la asunción de los derechos ydeberes sexuales,...
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