Los barcos británicos de guerra saludaban
LA INDEPENDENCIA DESDE EL RÍO
En 1823, George Canning, cerebro del Imperio británico, estaba celebrando sus triunfosuniversales. El encargado de negocios de Francia tuvo que soportar la humillación de este brindis: «Vuestra sea la
gloria del triunfo, seguida por el desastre y la ruina;nuestro sea el
tráfico sin gloria de la industria y la prosperidad siempre creciente...
La edad de la caballería ha pasado; y la ha sucedido una edad de
economistas ycalculadores». Londres vivía el principio de una larga
fiesta; Napoleón había sido definitivamente derrotado algunos años
atrás, y la era de la Pax Britannica seabría sobre el mundo. En Amé-
rica Latina, la independencia había remachado a perpetuidad el poder de los dueños de la tierra y de los comerciantes enriquecidos, en
lospuertos, a costa de la anticipada ruina de los países nacientes. Las
antiguas colonias españolas, y también Brasil, eran mercados ávidos
para los tejidos ingleses y laslibras esterlinas al tanto por ciento.
Canning no se equivocaba al escribir, en 1824: «La cosa está hecha; el
c l a vo e s t á pue s to, Hi spanoamé r i c a e sl ibr e ; y s i nosot ros no
desgobernamos tristemente nuestros asuntos, es inglesa»
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La máquina de vapor, el telar mecánico y el perfeccionamiento dela máquina de tejer habían hecho madurar vertiginosamente la revolución industrial en Inglaterra. Se multiplicaban las fábricas y los bancos; los motores de combustióninterna habían modernizado la navegación y muchos grandes buques navegaban hacia los cuatro puntos cardinales universalizando la expansión industrial inglesa. La eco
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