los cazadores de microbios
La contestación no se hizo esperar, pues apenas, puede decirse, había cerrado los ojos el conserje de Delft, en 1723, logrando el eterno descanso que tan merecido setenía, cuando, a mil quinientos kilómetros, en Scandiano, pueblo del norte d Italia, nacía en 1729 otro cazador de microbios.
A semejanza de Leeuwenhoek, el joven italiano tuvo que sostener grandesluchas con su familia para llegar a ser un cazador de microbios; su padre, que era abogado, puso todo su empeño en que Lazzaro se interesase por los autos de procesamiento, pero el jovenzuelo esquivabaesa ocupación y se dedicaba a lanzar piedras planas rasando la superficie del agua, preguntándose por que se deslizaban en vez de hundirse.
Los días de fiesta vagaban por los bosques cercanos aScandiano y regresaba asombrado de las fuentes naturales burbujeantes que interrumpían sus paseos, haciéndole volver a su casa sumido en reflexiones.
En aquella época el ser hombre de ciencia eraprofesión mucho más respetable y segura que cuando Leeuwenhoek empezó a fabricar lentes; la inquisición había comenzado a dulcificar sus procedimientos y prefería arrancar la lengua a los hombres del pueblo yquemar los cuerpos de herejes desconocidos que perseguir a los Servet y a los Galileo.
Al mismo tiempo que este anhelo por saberlo todo, desde la mecánica de los astros hasta las piruetas de losanimalillos, los contemporáneos de Spallanzani empezaron a demostrar un franco desprecio por la religión y sus dogmas, aun los más sagrados.
A pesar de todo, reinaba en el mundo de ignorancia y muchassuedociencia, aun el mismo sano de las Reales Sociedades y Academias.
Despreciando secretamente toda autoridad reconocida, se las arregló para estar siempre en buenas relaciones con las más poderosas,evitando que le molestaran en sus trabajos.
Los mismos hombres de ciencia eran partidarios de este modo de ver; el naturalista ingles Rosso formulo el anatema contra los adversarios.
Y una...
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