Los Clinton
En Estados Unidos la realidad era otra. Digo “era” porque allá también sobrevino un giro. Con uno o dos mandatos seguidos, el ex presidente que entraba al club sededicaba a disfrutar del retiro y reaparecía, a lo sumo, para votar en las convenciones de su partido. Con los Bush hubo una especie de desquite por la sorpresa que le dio Bill Clinton al padre,quien animó a su hijo a que aspirara sin presentir —amor de taita— que el vástago sería un comején devastador.
Clinton, por su parte, encontró en Hillary la oportunidad de prolongarse. Inteligente,bien formada, sagaz y vehemente, se ganó un Senado por Nueva York en busca de un aterrizaje cómodo en la Casa Blanca. Les falló el tiro. Sin embargo, el poder de Clinton se observa nítido en laconformación del equipo de Obama. ¿Dominio del ex mandatario en el Partido Demócrata? ¿Gratitud de Obama por el gesto final del matrimonio ante su nominación? ¿Amigos comunes? ¿Combinación de aptitudes ycoincidencias políticas?
Pero cualquiera que haya sido el motivo, Obama es un hombre con fe en sí mismo. Él es el director de la orquesta gubernamental y sabe que en las relaciones con su equipo ladecisión definitiva es de él. Su actividad desde el día siguiente al de su elección prueba que su talante está hecho de carisma y mando. Y por esa actividad, sus secretarios y consejeros son conscientes,ya, de que la labor de su jefe no podrá ser un forcejeo sordo y ciego de pujas y vanidades entre el jefe y los subordinados.
El cambio no será sólo de color, sino de dirección, estilo, carácter...
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