los deberes de la inteligencia

Páginas: 17 (4239 palabras) Publicado: 16 de junio de 2014
LOS DEBERES DE LA INTELIGENCIA
Aníbal Ponce
I. De los deberes para consigo mismo
Cuando el Renacimiento quitó al hombre moderno la tutela del dogma, lo dejó casi a ciegas con el instrumento maravilloso de su propia inteligencia. Había sido hasta entonces una partícula casi indiferenciada de una realidad más vasta y máscompleja: el alma colectiva que se reflejaba en él y lo creaba. Sus opiniones y sus creencias, sus sentimientos y sus gustos, venían le impuestas desde afuera, con una coerción tan violenta que a veces le iba en ello la vida.
El espíritu moderno hallaba, así, en sus comienzos, obstáculos sociales en cierto modo insalvables. La robusta alma feudal se prolongaba de tal modo en la entraña misma dela Edad Moderna, que aún sentimos a veces, en nuestros mismos días, su obstinada fiereza. Para ella la inteligencia no pasaba de ser un siervo más; y si le dejaba de vez en cuando una displicente libertad de niño, no se hacía esperar muy largo rato cuantas veces debía atajarla o reprimirla. El pensamiento se fue desarrollando así con una timidez que lo inhibía, y bajo la mirada vigilante de unasociedad temible ensayaba aquí o allá sus inquietos balbuceos (1).
Durante siglos, llevó en sus flancos la crueldad de un drama: el drama de quien habiéndose acercado a la verdad, no tiene el coraje de decirla o imponerla. Una carta de Buffon pone al desnudo ese dolor con un cinismo que aun hoy nos avergüenza.
“Es necesaria una religión para el pueblo -dice-. En las ciudades chicas, todo el mundonos observa y es mejor no contrariar a nadie. En todos mis libros he puesto siempre el nombre del Creador; pero para entenderlos con exactitud, no hay más que quitar esa palabra y poner en su reemplazo la potencia de la Naturaleza. Cuando la Sorbona me llamó al orden, no tuve ninguna dificultad en darle todas las satisfacciones que pretendía. Por la misma razón, cuando caiga enfermo y sientaaproximar mi fin, no tendré inconveniente en pedir los sacramentos. Nos debemos al culto público, y aquellos que proceden de otro modo no pasan de ser unos atolondrados. No se debe chocar con las creencias populares, como lo hacían Voltaire, Diderot, Helvecio. Este último era mi amigo; recomendé muchas veces que se moderara, si me hubiera escuchado, habría sido más feliz”.
Acaban ustedes deescucharlo: para ser “feliz” la inteligencia comprendía que era necesario moderarse. Rehuyó desde entonces la verdad peligrosa, envolvió en nieblas la expresión arriesgada, cortó de raíces las inquietudes más altas. Cuando Cuvier le hablaba de sus Revoluciones del Globo, Napoleón le dijo: “Ocupaos de eso, pero no toquéis la Biblia.” No tocar la Biblia seguía siendo a comienzos del siglo XIX la primeraprohibición de la inteligencia; la Biblia, no entendida en el sentido literal del libro santo, sino en la significación más amplia que comprende por igual a la Iglesia poderosa que la respalda y a la sociedad conservadora que la apoya. En la advertencia terminante del Emperador, ¿no asoma acaso el mismo espíritu prudente y cínico que dicta al naturalista sus consejos a Helvecio? Evitar complicaciones,replegarse en límites modestos, no entrar en conflicto con la autoridad: he aquí la gran “sabiduría”.

Sabiduría tímida y mezquina, a buen seguro, pero difícil de mantener no obstante la docilidad y la mansedumbre. La verdad más modesta, ¿no adquiere a veces proporciones enormes? El botánico simple que colecciona yerbas y el astrónomo despreocupado que colecciona astros, no sospechan larepercusión probable del descubrimiento humilde o del hallazgo feliz. Aun en la obediencia y el respeto la inteligencia resulta siempre un arma de dos filos: cuando Colenso descubrió que la liebre no es rumiante, ¿sospecharía ni por asomo que se le impondría en castigo la pérdida de su salario?
¿Cómo aspirar, entonces, a la limpidez de alma del investigador sincero cuando se recela a cada rato las...
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