los huegos del hambre

Páginas: 202 (50252 palabras) Publicado: 13 de febrero de 2014
LOS JUEGOS DEL HAMBRE
(Saga: "Distritos", vol.1)
Suzanne Collins
© 2008, The hunger games
Traducción: Pilar Ramírez Tello

PRIMERA PARTE:
LOS TRIBUTOS

_____ 1 _____
Cuando me despierto, el otro lado de la cama está frío. Estiro los
dedos buscando el calor de Prim, pero no encuentro más que la basta
funda de lona del colchón. Seguro que ha tenido pesadillas y se ha metido
en la camade nuestra madre; claro que sí, porque es el día de la cosecha.
Me apoyo en un codo y me levanto un poco; en el dormitorio entra
algo de luz, así que puedo verlas. Mi hermana pequeña, Prim, acurrucada
a su lado, protegida por el cuerpo de mi madre, las dos con las mejillas
pegadas. Mi madre parece más joven cuando duerme; agotada, aunque no
tan machacada. La cara de Prim es tan fresca comouna gota de agua, tan
encantadora como la prímula que le da nombre. Mi madre también fue muy
guapa hace tiempo, o eso me han dicho.
Sentado sobre las rodillas de Prim, para protegerla, está el gato más
feo del mundo: hocico aplastado, media oreja arrancada y ojos del color de

un calabacín podrido. Prim le puso Buttercup porque, según ella, su pelaje
amarillo embarrado tenía el mismo tono deaquella flor, el ranúnculo. El
gato me odia o, al menos, no confía en mí. Aunque han pasado ya algunos
años, creo que todavía recuerda que intenté ahogarlo en un cubo cuando
Prim lo trajo a casa; era un gatito escuálido, con la tripa hinchada por las
lombrices y lleno de pulgas. Lo último que yo necesitaba era otra boca que
alimentar, pero mi hermana me suplicó mucho, e incluso lloró paraque le
dejase quedárselo. Al final la cosa salió bien: mi madre le libró de los
parásitos, y ahora es un cazador de ratones nato; a veces, hasta caza
alguna rata. Como de vez en cuando le echo las entrañas de las presas,
ha dejado de bufarme.
Entrañas y nada de bufidos: no habrá más cariño que ése entre
nosotros.
Me bajo de la cama y me pongo las botas de cazar; la piel fina y
suave se haadaptado a mis pies. Me pongo también los pantalones y una
camisa, meto mi larga trenza oscura en una gorra y tomo la bolsa que
utilizo para guardar todo lo que recojo. En la mesa, bajo un cuenco de
madera que sirve para protegerlo de ratas y gatos hambrientos, encuentro
un perfecto quesito de cabra envuelto en hojas de albahaca. Es un regalo
de Prim para el día de la cosecha; cuando salgo melo meto con cuidado
en el bolsillo.
Nuestra parte del Distrito 12, a la que solemos llamar la Veta, está
siempre llena a estas horas de mineros del carbón que se dirigen al turno
de mañana. Hombres y mujeres de hombros caídos y nudillos hinchados,
muchos de los cuales ya ni siquiera intentan limpiarse el polvo de carbón
de las uñas rotas y las arrugas de sus rostros hundidos. Sin embargo, hoylas calles manchadas de carboncillo están vacías y las contraventanas de
las achaparradas casas grises permanecen cerradas. La cosecha no
empieza hasta las dos, así que todos prefieren dormir hasta entonces... si
pueden.
Nuestra casa está casi al final de la Veta, sólo tengo que dejar atrás
unas cuantas puertas para llegar al campo desastrado al que llaman la
Pradera. Lo que separa laPradera de los bosques y, de hecho, lo que
rodea todo el Distrito 12, es una alta alambrada metálica rematada con
bucles de alambre de espino. En teoría, se supone que está electrificada
las veinticuatro horas para disuadir a los depredadores que viven en los
bosques y antes recorrían nuestras calles (jaurías de perros salvajes,
pumas solitarios y osos). En realidad, como, con suerte, sólotenemos dos
o tres horas de electricidad por la noche, no suele ser peligroso tocarla.
Aun así, siempre me tomo un instante para escuchar con atención, por si

oigo el zumbido que indica que la valla está cargada. En este momento
está tan silenciosa como una piedra. Me escondo detrás de un grupo de
arbustos, me tumbo boca abajo y me arrastro por debajo de la tira de
sesenta centímetros que...
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