Los jazmines de don roque

Páginas: 6 (1379 palabras) Publicado: 5 de abril de 2011
Haciendo catarsis frente al espejo iba soltando miles de palabras. Al pasar el aire que nos separaba se sintió muy espeso. Era como si no me notara, como si jamás hubiese notado mi existencia. Deberá estar enojada, supuse. Siguió caminando hacia la cocina, yo me alejé de sus pasos por un momento, no quería generar problemas. El reloj agitaba sus manecillas incansablemente y desde las nueve que nome encontraba con su presencia. Supuse que estaría durmiendo sentada, como muchas otras tantas veces ocurría. Yo seguía en la habitación y la soledad ya me empezaba a inquietar. Decidí probar con llamarle, pero mi cansancio me obligó a realizar otra acción. Fue entonces cuando despegué uno de mis ojos y vislumbré el sol que se colaba por la ventana, raramente la brisa no era cálida esa mañana.Despistado por la hora en que me encontraba, estiré el brazo con esfuerzo y alcance el pequeño reloj de pie que habíamos comprado las vacaciones pasadas. Las diez era la sentencia. El sueño sin dudas había sido reparador, pero yo seguía sintiendo la soledad de la noche anterior. Me levanto entonces de la cama y llegó a escuchar la televisión. Pasó la noche en la cocina, pensé, pero todavía no sabíaporque razón. En realidad no me animaba a cuestionar ese tipo de decisiones, porque de vez en cuando ella se alejaba buscando un espacio propio frente a problemas que no se animaba a desembolsar. Era una especie de terapia, de autoayuda, pero no de las que se encuentran en el libro de Bucay, sino las verdaderas, las que lleva en su interior. Ella sabe muy bien que para todas sus preguntasencontrará la respuesta en sí, y para ello esa catarsis del día anterior. Yo consideraba a ese mecanismo como una hábil muestra de superación, que aún no me había animado a enfrentar. La admiraba, sin dudas. Admiraba la manera en que disfrutaba la vida, y ese constante arraigo por el bien social. Me enternecía con sus momentos de sensibilidad y con sus fortalezas que escondían a ese sentir. Conmigo nosabía mentir. Buscaba trajes en el armario, y yo comprendía ese tipo de contención que aplicaba frente al otro. Era su manera de protegerse. Es su manera de protegerse. Nunca buscaba en el derrocheo ajeno, sabía como burlar las trampas que la burocracia empedernida ponía en el camino. Y no se quejaba, jamás la escuché quejarse, sino que la escuché actuar. Todavía recuerdo cuando nos conocimos. Yovestía de gris y ella de negro, resaltábamos frente al resto. Volaban sus papeles con el viento, uno estalló directo en mi cara. Que agradable golpe pensé segundos después. Desde entonces nunca nos separamos, sólo estos momentos de catarsis donde ella suele encontrar el tiempo necesario para pensar. Pensar para sí y para los demás. Como aquella mañana de abril que la encontré durmiendo en el patio.Amaba las estrellas, aún las ama, sólo que hace bastante que no sale a contemplarlas. Últimamente un asunto la mantiene muy ocupada y sabe que es preciso ceder ciertas actividades en pos de la felicidad de muchos. Siempre busco la felicidad, creo que construye la propia al ver satisfecha la de los demás. Amo compartir las tardes de otoño haciendo rugir las hojas secas de los árboles del barrio,en búsqueda de algún café caliente. Calles grises que no pierden su encanto, siempre encontraba esa melodía en el viento. Los escapes nocturnos al cine, y los amaneceres de primavera. Ya parece que compartimos toda una vida juntos, sin embargo no hace tanto que nos conocemos. Ayer recorría sus páginas del cuaderno rojo que guarda con delicadeza en el último cajón de la cómoda y que despliega conímpetu cuando las frases en su cabeza asoman. Es curioso, no sé porque se me vienen todos estos recuerdos a la mente, es como si la extrañara desde hace demasiado tiempo. Sin embargo sólo hace una noche que la vi por última vez. Me retuerzo de tanto sueño acumulado y salí de un salto a extirparme la pereza con agua fría. El televisor seguía sonando desde la cocina. Pensé en escaparme por la...
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