Los jefes y los cachorros
MARIO VARGAS LLOSA
Los jefes Los cachorros
M a r i o Va rg a s L l o s a nació en Arequipa, Perú, en 1936. Aunque había estrenado un drama en Piura y publicado un libro de relatos, Los jefes, que obtuvo el Premio Leopoldo Alas, su carrera literaria cobró notoriedad con la publicación de La ciudad y los perros, Premio Biblioteca Breve (1962) y Premio de la Crítica(1963). En 1965 apareció su segunda novela, La casa verde, que obtuvo el Premio de la Crítica y el Premio Internacional Rómulo Gallegos. Posteriormente ha publicado piezas teatrales (La señorita de Tacna, Kathie y el hipopótamo, La Chunga, El loco de los balcones y Ojos bonitos, cuadros feos), estudios y ensayos (como La orgía perpetua, La verdad de las mentiras y La tentación de lo imposible),memorias (El pez en el agua), relatos (Los cachorros) y, sobre todo, novelas: Conversación en La Catedral, Pantaleón y las visitadoras, La tía Julia y el escribidor, La guerra del fin del mundo, Historia de Mayta, ¿Quién mató a Palomino Molero?, El hablador, Elogio de la madrastra, Lituma en los Andes, Los cuadernos de don Rigoberto, La Fiesta del Chivo, El Paraíso en la otra esquina y Travesuras dela niña mala. Ha obtenido los más importantes galardones literarios, desde los ya mencionados hasta el Premio Cervantes, el Príncipe de Asturias, el PEN/Nabokov y el Grinzane Cavour.
MARIO VARGAS LLOSA
Los jefes Los cachorros
Título: Los jefes. Los cachorros © Los jefes, Mario Vargas Llosa, 1959 © Los cachorros, Mario Vargas Llosa, 1967 © Santillana Ediciones Generales, S.L. © De estaedición: enero 2008, Punto de Lectura, S.L. Torrelaguna, 60. 28043 Madrid (España) www.puntodelectura.com
ISBN: 978-84-663-2083-2 Depósito legal: B-51.615-2007 Impreso en España – Printed in Spain Diseño de portada: Pep Carrió Diseño de colección: Punto de Lectura Impreso por Litografía Rosés, S.A.
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Los jefes
Los jefes
I Javier se adelantó por un segundo: —¡Pito! —gritó, ya de pie. La tensión se quebró,violentamente, como una explosión. Todos estábamos parados: el doctor Abásalo tenía la boca abierta. Enrojecía, apretando los puños. Cuando, recobrándose, levantaba una mano y parecía a punto de lanzar un sermón, el pito sonó de verdad. Salimos corriendo con estrépito, enloquecidos, azuzados por el graznido de cuervo de Amaya, que avanzaba volteando carpetas. El patio estaba sacudido por los gritos. Los decuarto y tercero habían salido antes, formaban un gran círculo que se mecía bajo el polvo. Casi con nosotros, entraron los de primero y segundo; traían nuevas frases agresivas, más odio. El círculo creció. La indignación era unánime en la media. (La primaria tenía un patio pequeño, de mosaicos azules, en el ala opuesta del colegio.) —Quiere fregarnos, el serrano. —Sí. Maldito sea. Nadie hablaba delos exámenes finales. El fulgor de las pupilas, las vociferaciones, el escándalo indicaban que había llegado el momento de enfrentar al director.
9
De pronto, dejé de hacer esfuerzos por contenerme y comencé a recorrer febrilmente los grupos: «¿Nos friega y nos callamos?». «Hay que hacer algo.» «Hay que hacer algo.» Una mano férrea me extrajo del centro del círculo. —Tú no —dijo Javier—. Note metas. Te expulsan. Ya lo sabes. —Ahora no me importa. Me las va a pagar todas. Es mi oportunidad, ¿ves? Hagamos que formen. En voz baja fuimos repitiendo por el patio, de oído en oído: «Formen filas», «a formar, rápido». —¡Formemos las filas! —el vozarrón de Raygada vibró en el aire sofocante de la mañana. Muchos, a la vez, corearon: —¡A formar! ¡A formar! Los inspectores Gallardo y Romero...
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