Los Juegos Del Hambre / Capitulo 22
--Katniss --dice--. Katniss, ¿me oyes?
Abro los ojos y se desvanece la sensación de seguridad. No estoy en casa, no estoy conmi madre; estoy en una cueva oscura y fría, con los pies descalzos helados a pesar del saco, y en el aire noto un inconfundible olor a sangre. La cara demacrada y pálida de un chico entra en mi campo de visión y, después de un sobresalto inicial, me siento mejor.
--Peeta.
--Hola. Me alegro de volver a verte los ojos.
--¿Cuánto tiempo llevo inconsciente?
--No estoy seguro. Me desperté anoche yestabas tumbada a mi lado, en medio de un charco de sangre aterrador. Creo que por fin has dejado de sangrar, aunque será mejor que no te sientes ni nada.
Me llevo la mano a la cabeza con precaución: me la ha vendado. Ese gesto tan simple me hace sentir débil y mareada. Peeta me acerca una botella a los labios y bebo con ganas.
--¿Estás mejor? --le pregunto.
--Mucho mejor. Lo que me inyectasteen el brazo hizo efecto. Esta mañana ya no tenía la pierna hinchada.
No parece enfadado conmigo por haberlo engañado, drogado e ido al banquete. Quizá ahora esté demasiado destrozada y espere a después para decírmelo, cuando esté más fuerte. Sin embargo, por el momento es todo amabilidad.
--¿Has comido? --le pregunto.
--Siento decir que me tragué los tres trozos de granso antes de darme cuentade que podríamos necesitarlo para después. No te preocupes, vuelvo a seguir una dieta estricta.
--No, no pasa nada. Tienes que comer. Iré a cazar pronto.
--No demasiado pronto, ¿vale? Deja que te cunde un poco.
La verdad es que no me queda otra opción. Peeta me da para comer trocitos de granso y pasas, y me hace beber mucha agua. Me restriega los pies para calentarlos y los envuelve en suchaqueta antes de subirme el saco de dormir hasta la barbilla.
--Todavía tienes las botas y los calcetines mojados, y el tiempo no ayuda --dice.
Oigo un trueno y veo los relámpagos iluminar el cielo a través de una abertura en las rocas. La lluvia entra en la cueva por varios agujeros en el techo, aunque Peeta ha construido una especie de toldo sobre mi cabeza y la parte superior de mi cuerpometiendo el cuadrado de plástico entre las rocas que tengo encima.
--¿Qué habrá provocado la tormenta? Es decir, ¿quién es el objetivo? --pregunta Peeta.
--Cato y Thresh --digo, sin pensar--. La Comadreja estará en su guarida, donde sea, y Clove..., ella me cortó y después... --No puedo terminar la frase.
--Sé que Clove está muerta, la vi en el cielo por la noche. ¿La mataste tú?
--No, Thresh leaplastó el cráneo con una roca.
--Qué suerte que no te cogiese a ti también.
--Lo hizo, pero me dejó marchar --respondo.
Al recordar lo sucedido durante el banquete se me revuelven las tripas. Por supuesto, no me queda más remedio que contárselo todo, las cosas que me callé porque él estaba demasiado enfermo para preguntarlas y las que no estaba lista para revivir, como la explosión, mi oído, lamuerte de Rue, el chico del Distrito 1 y el pan. Todo eso me lleva a lo que pasó con Thresh y en cómo había pagado su deuda, por así llamarla.
--¿Te dejó ir porque no quería deberte nada? --pregunta Peeta, sin poder creérselo.
--Sí. No espero que lo entiendas. Tú siempre has tenido lo necesario, pero, si vivieras en la Veta, no tendría que explicártelo.
--Y no lo intentes. Está claro que soy...
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