los juegos del hambre
dedos buscando el calor de Prim, pero no encuentro más que la basta
funda de lona del colchón. Seguro que ha tenidopesadillas y se ha metido
en la cama de nuestra madre; claro que sí, porque es el día de la cosecha.
Me apoyo en un codo y me levanto un poco; en el dormitorio entra
algo de luz, así que puedo verlas. Mihermana pequeña, Prim, acurrucada
a su lado, protegida por el cuerpo de mi madre, las dos con las mejillas
pegadas. Mi madre parece más joven cuando duerme; agotada, aunque no
tan machacada. Lacara de Prim es tan fresca como una gota de agua, tan
encantadora como la prímula que le da nombre. Mi madre también fue muy
guapa hace tiempo, o eso me han dicho.
Sentado sobre las rodillas dePrim, para protegerla, está el gato más
feo del mundo: hocico aplastado, media oreja arrancada y ojos del color de Entrañas y nada de bufidos: no habrá más cariño que ése entre
nosotros.
Mebajo de la cama y me pongo las botas de cazar; la piel fina y
suave se ha adaptado a mis pies. Me pongo también los pantalones y una
camisa, meto mi larga trenza oscura en una gorra y tomo la bolsaque
utilizo para guardar todo lo que recojo. En la mesa, bajo un cuenco de
madera que sirve para protegerlo de ratas y gatos hambrientos, encuentro
un perfecto quesito de cabra envuelto en hojasde albahaca. Es un regalo
de Prim para el día de la cosecha; cuando salgo me lo meto con cuidado
en el bolsillo.
Nuestra parte del Distrito 12, a la que solemos llamar la Veta, está
siemprellena a estas horas de mineros del carbón que se dirigen al turno
de mañana. Hombres y mujeres de hombros caídos y nudillos hinchados,
muchos de los cuales ya ni siquiera intentan limpiarse el polvode carbón
de las uñas rotas y las arrugas de sus rostros hundidos. Sin embargo, hoy
las calles manchadas de carboncillo están vacías y las contraventanas de
las achaparradas casas grises...
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