los lazos del demonio
SUEÑO 74.—AÑO DE 1869.
El día cuatro de abril [San] Juan Don Bosco contó el siguiente sueño a todos los jóvenes reunidos en el estudio después de las oraciones de la noche:
Me encontraba cerca de la puerta de mi habitación, y al salir miro a mi alrededor y me veo en la iglesia en medio de una muchedumbre tal de jóvenes que el templo aparecíacompletamente abarrotado.
Estaban allí los alumnos del Oratorio de Turín, los de Lanzo, los de Miraballo y otros muchos a los cuales no conocía. No rezaban, sino que parecía que se estaban preparando para confesar.
Una cantidad inmensa de ellos asediaba mi confesionario esperándome debajo del pulpito.
Yo, después de haber observado un poco, me puse a considerar cómo conseguiría confesar a tantosmuchachos.
Pero después temí estar dormido, soñando, y para cerciorarme de que no lo estaba comencé a palmotear y sentía el ruido, y para asegurarme aún más alargué el brazo y toqué la pared, que está detrás de mi pequeño confesionario. Seguro ya de que estaba despierto, me dije:
—Ya que estoy aquí, confesemos— y comencé a confesar.
Pero pronto, al ver a tantos jóvenes, me levanté para ver sihabía otros confesores que me ayudasen; y no encontrando a ninguno, me dirigí a la sacristía en busca de algún sacerdote que quisiese escuchar confesiones.
Y he aquí que vi por una parte y por otra a algunos jóvenes que tenían una cuerda al cuello que les apretaba la garganta.
—¿Por qué tienen esa cuerda al cuello? Quítensela —les dije—. Pero sin responderme se quedaban mirándome con fijeza.—Vamos —repetí a alguno—, quítate esa cuerda.
El joven al cual yo había dado esta orden obedeció, pero después me dijo:
—No me la puedo quitar; hay uno detrás que la sujeta.
Venga a ver.
Volví entonces la mirada con mayor atención hacia aquella multitud de muchachos y me pareció ver sobresalir por detrás de las espaldas de muchos de ellos dos larguísimos cuernos.
Me acerqué un poco más paraver mejor y dando la vuelta por detrás del que tenía más cerca, vi un horrible animal de hocico monstruoso, forma de gatazo y largos cuernos, que apretaba aquel lazo.
La bestia aquella bajaba el hocico y lo escondía entre las patas delanteras, y se encogía como para que no le viesen. Yo me dirigí a aquel joven víctima del monstruo y a algunos otros preguntándoles sus nombres, pero no me quisieronresponder; al preguntarle a aquel feo animal se encogió aún más. Entonces dije a un joven:
—Mira, ve a la sacristía y dile a Don Merlone que te dé el acetre del agua bendita.
El muchacho volvió pronto con lo que yo le había pedido, pero entretanto yo había descubierto que cada uno de los jóvenes tenía a sus espaldas un servidor tan poco agraciado cómo el primero y que, éste, también procurabapasar desapercibido. Yo temía aún estar dormido. Tomé entonces el hisopo y pregunté a uno de aquellos gatazos:
—Dime: ¿quién eres?
El animal, que no dejaba de mirarme, alargó el hocico, sacó la lengua y después se puso a rechinar los dientes como en actitud de arrojarse sobre mí.
—Dime inmediatamente qué es lo que haces aquí ¡bestia horrible! Ya puedes enfurecerte todo lo que quieras, que note temo. ¿Ves? Con este agua te voy a dar un buen baño.
El monstruo me miraba como agazapado; después comenzó a hacer contorsiones con el cuerpo de tal forma, que las patas de atrás le llegaban a tocar los hombros por delante. Y nuevamente quiso arrojarse sobre mí. Al mirarlo detenidamente vi que tenía en la mano varios lazos.
—¡Vamos! Dime qué es lo que haces aquí.
Y al decir esto, levanté elhisopo.
El bicho entonces pareció resuelto a emprender la huida.
—No te escaparás —continué diciendo—, yo te ordeno que te quedes aquí.
Lanzó una especie de gruñido y después me dijo:
—¡Mira!—, y me enseñó los lazos.
—Dime qué son esos tres lazos —añadí—, ¿qué significan?
—¿No lo sabes? Desde aquí —me dijo— con estos tres lazos obligo a los jóvenes a que se confiesen mal; de esta manera...
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