Los Niños De Brasil

Páginas: 342 (85472 palabras) Publicado: 15 de junio de 2012
LOS NIÑOS DEL BRASIL (1976)
Ira Levin


Para
Jed Levin
Nicholas Levin
Adam Levin

Y en memoria de
Charles Levin


Este libro es totalmente de ficción. Los sucesos que en el se describen son imaginarios, y los personajes —excepción hecha de las personalidades a quienes se menciona por su nombre verdadero— son también imaginarios y no pretende representar con ellos a ninguna personaviva.

El autor agradece la información que le facilitaron el doctor Maurice F. Goodbody, h., el señor Samuel Halperin y su esposa, el señor Anthony Koestler y el señor Edmund C. Wall.


1

Al anochecer de un día de noviembre de 1974, un pequeño bimotor de color negro aterrizó en una pista secundaria del aeropuerto de Congonhas, en São Paulo, disminuyó la marcha, viró y rodó en direccióna un hangar junto al cual esperaba un automóvil. Tres hombres, uno de ellos vestido de blanco, bajaron del avión para subir al coche, que de Congonhas se dirigió hacia los blancos rascacielos del centro de São Paulo. Unos minutos más tarde, en la avenida Ipiranga, el coche se detuvo frente a «Sakai», un restaurante japonés con aspecto de templo.
Juntos, los tres hombres entraron en el granvestíbulo, laqueado en rojo, del restaurante. Dos de ellos, con traje oscuro, eran corpulentos y de aspecto agresivo, uno rubio y el otro de pelo negro. El tercero, que marchaba entre los otros dos, era mayor y más delgado, y vestía de blanco de pies a cabeza, a no ser por una corbata de color amarillo limón. En su mano enguantada de blanco se mecía una abultada cartera de color canela y, mientrasmiraba a su alrededor con evidente placer, iba silbando una melodía.
Ataviada con un kimono, la muchacha del guardarropas se inclinó sonriente, recibió el sombrero del hombre de blanco e intentó tomar su cartera. Él, sin embargo, se apartó de ella y se dirigió a un japonés joven y enjuto que se le acercaba luciendo una sonrisa y un smoking.
—Me llamo Aspiazu —se presentó en portugués, endurecidopor un leve acento alemán, y tengo reservado un salón privado.
Daba la impresión de tener algo más de sesenta años, llevaba el pelo gris muy corto, sus ojos castaños eran vivaces y alegres, y el bigote una pulcra línea de pelo gris.
—¡Ah, senhor Aspiazu! —exclamó el japonés en una versión muy personal del portugués—. Todo está listo para su fiesta. ¿Quieren ustedes venir por aquí, por favor? Porestos escalones. Estoy seguro de que quedará usted satisfecho cuando vea lo que le hemos preparado.
—Pues ya lo estoy —le aseguró el hombre de blanco, sonriendo—. Da gusto estar en la ciudad.
—¿Vive usted en el campo?
El hombre de blanco suspiró e hizo un gesto de asentimiento, mientras subía las escaleras en pos del rubio.
—Sí —contestó secamente—, vivo en el campo.
El hombre de pelonegro lo siguió y tras ellos fue el japonés.
—Es la primera puerta a la derecha —les indicó—. ¿Quieren ustedes quitarse los zapatos antes de entrar, por favor?
El rubio se agachó para mirar a través de una abertura octogonal practicada en la pared, después apoyó una mano en la jamba de la puerta, levantó un pie hacia atrás y se quitó el zapato. El hombre de blanco apoyó sobre la alfombra delpasillo un pie calzado también de blanco, y el de pelo negro se puso en cuclillas junto a él para desabrocharle la hebilla dorada que cerraba el zapato. El rubio, después de haberse descalzado, abrió una puerta complicadamente tallada y entró en el salón decorado en verde pálido que había tras ella. El japonés, con las puntas de los pies, se quitó ágilmente los finos zapatos.
—Nuestro mejor salón,senhor Aspiazu —le aseguró—. Muy agradable.
—No me cabe duda. —Delicadamente, el hombre de blanco apoyó las puntas de los dedos enguantados de blanco en el marco de la puerta, mientras miraba cómo le quitaban el otro zapato.
—Y después nuestra Cena Imperial para siete, con cerveza, no, con sake, y brandy y cigarros para después.
El rubio se acercó al vano de la puerta. Tenía la cara...
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