Los No Lugares
percepción del tiempo, pero también al uso que
hacemos de él, a la manera en que disponemos de
él. Para un cierto número deintelectuales, el tiempo
ya no es hoy un principio de inteligibilidad. La
idea de progreso, que implicaba que el después
pudiera explicarse en función del antes, haencallado
de alguna manera en los arrecifes del siglo XX,
al salir de las esperanzas o de las ilusiones que
habían acompañado la travesía de gran aliento en
el sigloXIX. Este cuestionamiento, a decir verdad,
se refiere a varias comprobaciones distintas unas
de otras: las atrocidades de las guerras
mundiales, los totalitarismos ylas políticas de
genocidio, que no testimonian, es lo menos que
se puede decir, un progreso moral de la
humanidad; el fin de los grandes relatos, es decir
de losgrandes sistemas de interpretación que
pretendían dar cuenta de la evolución del
conjunto de la humanidad y que no lo han logrado,
así corno se desviaron o se borraron lossistemas
políticos que se inspiraban oficialmente en
algunos de ellos; en total, o en adelante, una
duda sobre la historia como portadora de sentido,
duda renovada,podría decirse, pues recuerda extrañamente
a aquella en la que Paul Hazard creía
poder descubrir, en la bisagra de los siglos XVII
y XVIII, el resorte de la querellaentre los
Antiguos y los Modernos y de la crisis de la
conciencia europea. Pero, si Fontenelle dudaba de
la historia, su duda se refería esencialmente a su
método(anecdótico y poco seguro), a su objeto (el
pasado no nos habla más que de la locura de los
hombres) y a su utilidad (enseñar a los jóvenes la
época en la cual están
Regístrate para leer el documento completo.