Los olvidados tarahumaras.
José Cueli
Es para analfabetos para quien escribo. Se puede ver en ciertas civilizaciones no occidentales, aquellas que fascinaban a Antonin Artaud precisamente: elanalfabetismo puede acomodarse muy bien con la cultura más profunda y más viva.
Así pues, las huellas inscritas en el cuerpo no serán incisiones gráficas, sino las heridas recibidas en la destrucción deOccidente, de su metafísica y de su teatro, los estigmas de esta implacable guerra. Pues el teatro de la crueldad no es un nuevo teatro destinado a acompañar a alguna novela que simplemente modifiquedesde dentro una tradición a la que no se conmueve.
Artaud no emprende ni una renovación ni una crítica ni una puesta en cuestión del teatro clásico: pretende destruir efectivamente, activamente yno teóricamente, la civilización occidental, sus religiones, el conjunto de la filosofía que proporciona sus bases y su decorado al teatro tradicional bajo sus formas aparentemente más renovadoras. “A.Artaud la palabra soplada en Escritura y la diferencia, de Jacques Derrida, Editorial Anthropos.
El estigma y no el tatuaje: así, en la exposición de lo que habría tenido que ser el primerespectáculo del teatro de la crueldad (La conquista de México), que encarna la cuestión de la colonización, y que habría hecho revivir de manera brutal, implacable, sangrante, la siempre vivaz fatuidad deEuropa (El teatro y su doble, IV, p. 152), el estigma sustituye al texto: De este choque del desorden moral y de la anarquía católica con el orden pagano, se pueden hacer surgir inauditas conflagracionesde fuerzas y de imágenes, sembradas aquí y allá de diálogos brutales. Y esto a través de luchas de hombre a hombre que llevan consigo, como estigmas, las ideas más opuestas (Ibid).
El encabalgamientode las imágenes y de los movimientos culminará, mediante colisiones de objetos, silenciosos, gritos y ritmos, en la creación de un verdadero lenguaje físico a base de signos y no ya de palabras...
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