Los peores cuatro movimientos de mi vida

La tensión de los puntuales se incrementa cuando son las seis en punto y el concierto aún no ha empezado. Suena la tercera y última campanada que avisa a las personas que decidieron comprar un café, un croissant, un pastel de carne, un juguito Hit-en fín “una merienda” y aún buscan a alguien que les venda chicles para matar el mal aliento y poder besar a su pareja en el clímax de la sinfonía.Uno de los de logística me dijo al entrar al salon magno: “ No es que los músicos estén atrasados, más bien el público necesita un poco más de palanca para entrar” al parecer quería tranquilizarme y quitarme todo motivo de preocupación.
Pasaron los minutos, yo sentado al lado de algunos jóvenes con pelo largo, ropa desgastada, botas negras- pareciera que el mismo Herr Hitler las hubiera mandado ahacer-, morrales llenos de costuras y botones con mensajes de protesta, me sorprendí gratamente cuando ví que uno de ellos cargaba también el estuche de un violín y una carpeta de partituras, ¿las apariencias engañan?.
Las luces del público se apagaron, no obstante un gran número de luces led permanecieron encendidas, iluminaban la cara de algunos que chateaban; rostros sonrientes que respondían unmensaje de texto; caras preocupadas que revisaban un último mensaje, y de algunas parejas que documentaban el momento con una selfie.
El público “calló” repentinamente, las luces del escenario se encendieron, los músicos ya estaban ahí, listos para ser escuchados por los que aprecian la música; para ser estudiados y apreciados por los estudiantes que entienden del asunto; para ser ignorados porlos que se van a dormir, los que chatearán y los que conversarán en voz baja-casi mentalmente-; para ser criticados por periodistas y críticos, y finalmente listos también para ser parte de esta tragi-crónica, un poco novelesca por cierto.
De repente me siento pleno, la cultura ha arribado a este auditorio. Confío ciegamente en aquellos de camisa de STAFF que regulan las puertas; ellas cerradas,mi corazón contento. Sale el director y todos, aunque sea por inercia, aplaudimos. Pronto va a comenzar lo que tanto había esperado.

La angustia aumenta cuando el director sube las manos y mira fija y francamente a su orquesta. Un dos tres cua´, y cae a tiempo la sinfonía N° 25 de Mozart, más conocida por la película Amadeus. Me siento en una batalla entre un cazador y su presa; entre un vientohelado y otro caluroso; entre Mozart y Salieri, y… Momento! Una nueva lucha toma lugar en esta sala. Mi agudo oído alcanza a percibir el taconeo de una mujer que baja a buscar su silla, tarde y en medio de la oscuridad. Es una lucha entre ella y el director, pues ella camina como si no le importara el tiempo que lleva el director “1 2 3 4” ¡No lo mira! Espero que nadie más note este incómodo“contratiempo”. De todas maneras creo que ella está contenta con el nuevo “incremento de cultura” que está adquiriendo al ocupar una silla roja y afelpada que un estudiante de música -que probablemente esté sentado más atrás, o incluso en un balcón- no pudo pagar.

Llegó lo bello, el segundo movimiento. Gracias a Dios nadie aplaudió entre el primero y el segundo, ya sea porque estaban dormidos,distraídos, o seguro sabían que eso no se hace. El tierno y frágil Andante va aumentando su tiempo paulatinamente mientras que la voz de un oboe llena el teatro “de pe a pa”. Empero, al segundo movimiento le llegó su competencia: “ The Nokia Tune”. No sé qué me sorprende más, si el hecho de que esa persona a mi lado izquierdo no haya puesto su celular en silencio, o que todavía haya personas con esecelular, o que -al parecer- sólo yo noté este percance.

El director está en total disposición para continuar el tercer y casi danzable tercer movimiento, esto lo digo porque ya se limpió unas cuantas gotas de sudor que seguramente le causó el completo frac negro y largo. Dió la entrada, piano y unísono le contestó la orquesta. Me llama mucho la atención que no tiene score al frente suyo, se nota...