Los pianistas de mi padre

Páginas: 5 (1048 palabras) Publicado: 17 de noviembre de 2015
LOS PIANISTAS DE MI PADRE

El ingeniero Asuaje no era todavía “el doctor Asuaje”, ni siquiera era estudiante cuando desembarcó un día en las calles tumultuosas de la ciudad de Panamá. El venía del calor cristalino de Barquisimeto, una ciudad antigua y pueblerina, de crepúsculos clamorosos sobre cerros desolados en el corazón de Venezuela. Su piel todavía tenía la memoria de los amanecerestibios de las mañanas yaracuyanas; al pie de las montañas verdísimas donde duerme su siesta eterna la reina María Lionza. Y sus tardes el recuerdo de una plaza colmada , con pequeñas multitudes aclamando sus talentos juveniles de torero.
Abrumada por los vapores oleaginosos de la ciénaga artificial que la atravesaba, la capital del istmo ya no era, en cambio, la tranquila aldea tropical del siglodiecinueve. Convertida en la yugular del comercio marítimo internacional, era en ese entonces una babel de gritos y de olores en el torrente de unas calles que parecían estar viviendo las exequias de un carnaval permanente. Enclavada en la cintura misma del continente, la ciudad que había soñado en convertirse en el ombligo de América había terminado siendo una especie de ano contra natura en elque los yankees excretaban todas las miserias morales que no podían exhibir en las pulcras y púdicas calles de la Canal Zone y sin las cuales les era imposible subsistir. Tal vez por eso su noche era también una tentación. Y hacia esa noche salió a caminar aquel proyecto de universitario en viaje a la Argentina. Anduvo por calles atestadas de borrachos y basura, entre edificios “cancerosos”, comodiría Rubén Blades, o más bien tuberculosos. Porque ya no era la fiebre amarilla la que hacía sus estragos en la población, como en los tiempos de la construcción del canal, sino una endemia mucho más persistente. Las larvas de la codicia y la lujuria, de la resignación y del descuido se habían instalado en el cuerpo de los habitantes y hasta en las propias paredes de las casas, amenazándolas conun derrumbe inminente que jamás se concretaría. De algunos de aquellos tugurios salían luces de escarlatina y risas forzadas de mujeres de la vida. Pero de algún lugar venía una música y hacia allí fue el ingeniero Asuaje . En el interior de una cantina de mala muerte y peor vida vio el espectáculo más asombrosos que nunca estuviera ante sus ojos: el frenesí desaforado de parejas borrachasbailando extasiadas al ritmo de la música de un pianista endemoniado. Un negro motudo que tocaba como poseído por todos los dioses de la tierra. Eran Ogún y Alá; Jesús y Jehová o quizás todas las formas que ha de tener Satán las que movían sus manos. La blanca dentadura del piano entre la oscuridad de la noche, del tugurio y de los cuerpos parecía la sonrisa misma de dios, o una carcajada del diablo.Mi padre nunca supo el nombre de aquel hombre ni volvió a verlo jamás, pero nunca pudo olvidarlo. Le pareció reencontrarlo una noche de bohemia parisina cuando lo invitaron al concierto de uno de los pianistas más prestigiosos que tocara en la Ciudad Luz. Lo recordó cuando vio la melena clara y las manos blancas de aquel hombre enfundado en su frack impecable y en el halo de vanidad que lealimentaba un público devoto. La concurrencia no sería tal vez mayor que la de la plaza de toros de Barquisimeto, pero el sonido de esos aplausos llegaba mucho más lejos, inundaba el mundo entero, porque era París misma la que aplaudía. Y aquel hombre lo sabía; sabía que había llegado al lugar que siempre había soñado, al olimpo de los genios del teclado; a esa ciudad en la que estaba la pilaconsagratoria de la inmortalidad artística; porque en esa época nadie podía decir que estaba verdaderamente consagrado si no lo había consagrado París, como a Litz, como a Chopin. Para entonces el ingeniero Asuaje él si ya era el ingeniero Asuaje e iba camino a convertirse en el “doctor” en las aulas de la Ecóle des Hautes Etudes y en el imaginario de los venezolanos, impresionados por su elegancia y su...
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