Los piapoco
Años más tarde, cuando gracias al generoso apoyo de otra personade generosidad proverbial como es “la negra” Lucy Gómez, estuve realizando una serie de investigaciones sobre las etnias venezolanas, pude saciar la sed que Daniel y Esteban Emilio me habían plantado.
Este grupo perteneció a una confederación multiétnica que dominaba el área comprendida entre los ríos Guaviare, Meta y parte del Orinoco, y en esa organización ellos ocuparon un lugar destacado.Ahora quedan menos de millar y medio de individuos. Hay quienes ubican cinco mil años atrás su inicio como modelo social. Ellos pertenecen al tronco lingüístico Arawako, y continúan viviendo en sus territorios ancestrales, los cuales están repartidos entre territorio venezolano y colombiano. Sus mitos, leyendas, ceremonias rituales, maneras de pescar y confeccionar sus diferentes tejidos de fibrasvegetales, hacen garantizar a muchos que esta etnia, pese a todos los embates vividos en los últimos cuatro siglos, mantiene vigente muchos de sus patrones culturales originales. Aunque ello ha significado una gran capacidad creativa y de adaptación de su parte, ya que sin ello hubieran desaparecido como grupo humano.
Fue así como un día recorrí gran parte del Orinoco Medio, hasta llegar a LajaLisa, comunidad de la etnia Piapoco. Estas son las notas de mi libreta de viaje.
A las cinco de la mañana, en medio de una tenue llovizna que hace ver aún más fantasmal al pueblo, es la salida desde Puerto Ayacucho. Vamos hacia el puerto de Samariapo, sesenta kilómetros al sur, en la margen izquierda del Orinoco. El sol nos alcanza llegando a las orillas del Río Padre.
Inmenso, es la mejorpalabra para describirlo, de una fuerza que se presiente atroz bajo la supuesta mansedumbre con que avanza. En pocos minutos se instala un motor de 40 caballos en una lancha de aluminio, la echamos en aquel mar de aguas marrones y de inmediato comenzamos a navegar corriente arriba. Vamos para Laja Lisa, comunidad indígena de la etnia Piapoco, donde esperamos llegar tras cuatro horas denavegación.
La lluvia ha estado sembrando de troncos y objetos flotantes de todo tipo la corriente. El motorista navega con ojos acuciosos, sabe que entre la vida y la muerte hay un hilo muy delgado, el menor error lo pagará caro, conoce que en su pericia van nuestras vidas. El Orinoco no sabe de juegos.
Hoy parece que habrá suerte, aunque es "invierno", el cielo empieza a despejarse. A los cincominutos de recorrido aparece en territorio venezolano, al lado izquierdo del río, Munduapo, comunidad indígena guajiba, la cual queda atrás rápidamente. Al cabo de poco tiempo se ve Isla Ratón en medio de la corriente y por la izquierda la desembocadura del río Sipapo, en breve se cruza Raudal de Muertos, los peñascos acentúan la sensación de fragilidad de los navegantes. Por la margen derecha, enterritorio colombiano, aparece Puerto Nariño, a este lado del río se ve la comunidad guajiba San Vicente.
Pronto, proveniente del territorio de la "hermana república", aparece la desembocadura del río Vichada. El motorista se nota nervioso y hace que la máquina avance lo más que puede, "Es que por esta zona es donde aparecen siempre los piratas asaltando a la gente, se llevan todo, matan al quese les antoja y después cogen y se meten por el Vichada y ¿quién los va a seguir por allá?"
Inesperadamente en dirección contraria aparecen dos bongos que se abren frente a la lanchita, en ellos se ven hombres vestidos de verde que empuñan armas largas. La voz del timonel hace que regrese la tranquilidad: "Son la gente de la Marina." Y, en efecto, así es, un pelotón de marinos fuertemente...
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