Los Raros
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LOS RAROS
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Rubén Darío
PROLOGO
Fuera de las notas sobre Mauclair
y Adam,
todo lo contenido en este libro fué escrito hace
doce años, en Buenos Aires, cuando en Francia
Me
movimiento y
estaba el simbolismo en plenodesarrollo.
tocó dar a conocer en América ese
por
ello
y por mis
versos de entonces, fui ataca-
do y calificado con la inevitable palabra «decadente...» Todo eso ha pasado,— como mi fresca
juventud.
Hay en
estas páginas
miración sincera,
intención.
En
mucha
mucho entusiasmo,
lectura
y no poca buena
la evolución natural
miento, el fondo
de mi pensa-ha quedado siempre
el
mismo.
me he acercado a
antaño y he reconocido
Confesaré, no obstante, que
algunos de mis ídolos
cte
ad-
más de un engaño de mi manera de percibir.
Gestan
la
misma pasión de
arte, el
mismo
conocimiento de las jerarquías intelectuales,
mismo desdén de
lo vulgar
y
la
misma
re-
el
religión
de belleza. Perouna razón autumnal ka sucedi-
do a las explosiones de
la
primavera.
Rubén Darío.
París,
Enero de 1905.
EL ARTE EN SILENCIO
o se ha hecho mucho comentario sobre
Art en silence, de Camilo Mauclair,
como era natural. ¡El «Arte en silencio»,
en el país del ruido! así debía ser.
pocos libros más llenos de bien, más hermosos y más nobles que éste, fruto de joven, impregnado deun perfume de cordura y de un
sabor de siglos. Al leerle, he aquí el espectáculo que
se ha presentado a mi imaginación: un campo inmenso y preparado para la labor; un día en su más
bello instante, y un labrador matinal que empuja
fuertemente su arado, orgulloso de que su virtud triptolémica trae consigo la seguridad de la hora de paz
y de fecundidad de mañana. En la confusión de tentativas,en la lucha de tendencias, entre los juglarismos de mal convencidos apóstoles y la imitación de
titubeantes sectarios, la voz de este digno trabajador, de este sincero intelectual, en el absoluto sentido del vocablo, es de una transcendental vibración.
No puede haber profesión de fe más transparente,
más noble y más generosa
«Creo en la vanidad de las perrogativas sociales
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de mi profesión y del talento por sí mismo. Creo en
la misión difícil, agotadora y casi siempre ingrata
del hombre de letras, del artista, del circulador de
ideas; creo que, el hombre que en nombre del talento que Dios le ha prestado, descuida su carácter y
se juzga exonerado de los deberes urgentes de la
existencia humana, desobedece a la humanidad y escastigado. Creo en la aceptación de todos los deberes por la ayuda de la candad y del orgullo; creo en
el individualismo artístico y social. Creo que el arte,
ese silencioso apostolado, esa bella penitencia escogida por algunos seres cuyos cuerpos les fatigan e
impiden más que a otros encontrar lo infinito, es
ima obligación de honor que es necesario llenar,
con la más seria, la más circunspectaprobidad; que
hay buenos o malos artistas, pero que no tenemos
que juzgar sino a los mentirosos, y los sinceros serán premiados en el altísimo cielo de la paz, en tanto que los brillantes, los satisfechos, los mentirosos,
serán castigados. Creo todo eso, porque ya he visto
pruebas alrededor mío, y porque he sentido la verdad en mí mismo, después de haber escrito varios libros, no sin sinceridad nitrabajo, pero con la confianza precipitada de la juventud.»
En efecto, ¿quiénes habrían podido prever, en el
autor de tantas páginas de ensueños,— «corona de
claridad» o «sonatitas de otoño»— este rumbo hacia
un ideal de moral absoluta, en las regiones verda-
deramente intelectuales donde no hay ninguna necesidad de hacer ruido para ser escuchado? El ha
agrupado en este sano volumen a...
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