Los sabios y los locos en mi cuarto. Escrita por: Manuel Alonso

Páginas: 9 (2071 palabras) Publicado: 9 de noviembre de 2013
ESCENA X

LOS SABIOS y LOS LOCOS EN MI CUARTO

Soy yo de aquellos, y esto no importa mucho tienen, la costumbre de no dormir sin haberleído antes algo, y este algo suele ser de aquellas materias que necesitan más recogimiento ymeditación, pues creo que nunca como en el silencio de la noche puede uno separarse delmundo real, para elevarse al imaginario; sobre todo cuando se ha pasado el díasin penas, cosaque el hombre joven logra algunas veces, antes de ser el jefe de una familia, o mientras no tieneque gobernar por si mismo la nave de su porvenir.

En fuerza de este hábito, habíame acostado en una de las noches de enero, teniendo la luza la cabecera de mi cama, y en las manos un tratado de enajenaciones mentales, en el cual leíno pocas páginas con cierto entusiasmo mezclado detristeza, al ver que si el hombre puedellegar por su genio a elevarse sobre sus semejantes, puede también, por un misterio insondablehasta el presente, carecer hasta de los instintos que la Providencia concede a los brutos. Misreflexiones me condujeron a bendecir a los que, con sus talentos e inagotable amor a lahumanidad, han hallado el camino de volver a la especie humana a algunos seres que deellano conservaban más que la figura. Quedeme dormido, y a poco empecé a soñar lo que sabráel lector, si tiene paciencia para leer toda esta escena.

Estaba yo en cama, aunque despierto, cuando me veo entrar en mi cuarto cuatro señoresmuy respetables, sin hacer ni el menor cumplido y con la misma franqueza que entra elaprendiz de la imprenta al amanecer a pedirme original para el cajista.--Buenos días, señor, dijo el más anciano con tono dulce y [p. 72] acento extranjero.

--Beso a usted la mano, respondí yo incorporándome y haciendo una inclinación de cabeza,para contestar a la reverencia muda de los otros tres. Tengan ustedes la bondad de sentarse,añadí, que voy a vestirme corriendo para ponerme a sus órdenes.

--Oh, no, no; perdón, no queremos que usted se moleste pornosotros.

--Nada de eso, iba a levantarme; y aunque no es muy tarde, no me es de ningún modomolesta la visita de ustedes.

--Yo, continuó el anciano luego que estuve sentado junto a ellos, Soy Pinel, y estos señoresque me acompañan son Esquirol, Calmeill y Leuret.74

--¿Cómo?, interrumpí yo. ¿Usted es el célebre nosógrafo, y estos señores son los directoresno menos célebres de la S... C... y B...?Vamos: no se burle usted de mí, ¿me cree usted tantonto que piense que los muertos resucitan, y que ciertos vivos vengan a mi pobre casa?

--No me burlo a fe mía; y para que usted se convenza, voy a contarle cómo he venido desdeel infierno, que es mi morada en el otro mundo, a parar a la casa de usted.

--Señor mío: si usted fuera Pinel no estaría en el infierno.

--Al principio fui a lagloria; pero después tuve que bajar al lugar de los tormentos, paraver si podía arreglar a unos cuantos miles de locos de esos que acá son tenidos por grandeshombres, y que el mismo diablo no podía subyugar, ni yo lo he logrado hasta ahora; visto locual, vengo a recorrer todo el mundo en busca de un medio de hacerlo, que quizá encontraréen estos países. Aquí llegábamos en nuestra conversación, cuandosentimos una confusa y desacorde reuniónde voces, que iba acercándose cada vez más, y entre la cual, distinguíamos carcajadas,reniegos, silbidos y cantos los más extraños; la casa parecía venirse abajo, y a medida quecrecía mi susto el rostro de mis huéspedes se animaba, asomando a sus labios una sonrisa deplacer.

--Son locos que vienen hacia aquí, dijo Esquirol.

--Ciertamente, contestóCalmeill.

--¿Acostumbra usted a tener esas visitas?, me preguntó Leuret. Iba a contestar entretemeroso y amostazado; pero la puerta se abrió de par en par y una multitud de figurasextravagantes que se coló por ella gritando, me lo impidió: mi cuarto se llenó en un momentocon aquella numerosa falange, en la que había [p. 73] unos vestidos con largas túnicas, otros conropas destrozadas y...
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