Los tres jinetes del apocalipsis

Páginas: 23 (5604 palabras) Publicado: 21 de junio de 2011
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G. K, Chesterton
Gilbert Keith Chesterton (1874-1936), inglés, uno de los escritores más populares y leídos en su época, y permanentemente por sus narraciones en las que creó un personaje célebre en la novela policial, el padre Brown, con cuatro libros dedicados a él. Su fama en vida tuvo mucho que ver con

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su carácter polémico,cáustico, paradójico, particularmente en el periodis¬mo, en el cual publicó, con su gran amigo Hilaire Belloc, la revista New Witness, desde la cual zahirió y combatió la corrupción política, difun¬diendo un humanitarismo como utópico programa de reforma social que denominó "distribucionismo". Liberal, después de largas dudas y medita¬ciones, se hizo católico en 1922. Chesterton es autor de un cuentomagistral, Los tres jinetes del Apocalipsis, incluido en esta compilación, y descubierto al idioma español por Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, que lo tradujeron y anexaron a su antología Los mejores cuentos policiales, di¬ciendo de Chesterton que ejerció y renovó la novela, la crítica, la lírica, la biografía, la polémica y las ficciones policiales.
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Lasingular y a veces inquietante impresión que Mr. Pond me cau¬saba, a pesar de su cortesía trivial y de su corrección, se vinculaba tal vez a alguno de mis primeros recuerdos y a la vaga sugestión verbal de su nombre. Era un viejo amigo de mi padre, un funcio¬nario; y sospecho que mi imaginación infantil había mezclado de algún modo el nombre de Mr. Pond con el estanque del jardín. Pensándolo bien,se parecía extrañamente al estanque. Era, en ge¬neral, tan sereno, tan regular y tan claro en sus habituales reflejos de la tierra, del cielo y de la luz del día como aquél. Y yo sabía, sin embargo, que había algunas cosas raras en el estanque del jar¬dín. Una o dos veces al año el estanque parecía un poco distinto: una sombra fugaz o un destello interrumpía su lisa tranquilidad, y un pez o un sapoo alguna criatura más grotesca se mostraba al cielo. Y yo sabía que también en Mr. Pond había monstruos: mons¬truos mentales que emergían un instante a la superficie y luego se perdían. Tomaban las formas de observaciones monstruosas en me¬dio de sus observaciones inofensivas y razonables. Algunos interlo¬cutores pensaban que en la mitad de un diálogo juicioso se volvía loco. Pero tambiénreconocían que regresaba a la cordura inme¬diatamente. .
Una tarde, hablaba muy juiciosamente con Sir Hubert Watton, el conocido diplomático; estaban sentados bajo enormes quitasoles, mirando el estanque, en nuestro jardín. Hablaban de una parte del mundo que ambos conocían y que en Europa Occidental se conoce

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muy poco: las vastas llanuras anegadizas que se deshacen enpan¬tanos y ciénegas en los confines de Pomerania y de Polonia y de Rusia, y que se dilatan acaso hasta los desiertos siberianos. Y Mr. Pond recordó que en una región de profundas ciénegas, cortadas por lagunas y lentos ríos, hay un solo camino en un estrecho te¬rraplén empinado: una senda no peligrosa para el peatón, pero es¬casa para que dos jinetes pasen a un tiempo. Este es el principio del cuento.Se refiere a un tiempo no muy lejano, a un tiempo en el que aún se usaban tropas de caballería, aunque más para correos que para combates. Baste decir que esto ocurrió en una de las muchas gue¬rras que han arrasado a esa parte del mundo, si es posible arrasar un desierto. Esa guerra entrañaba la presión del sistema prusiano sobre la nación polaca, pero es innecesario formular la política delasunto o discutir el pro y el contra. Digamos ligeramente que Mr. Pond divirtió a los presentes con un ugma.
—Espero que ustedes recordarán —dijo Pond— el revuelo que produjo Pablo Petrovski, el poeta de Cracovia, que hizo dos cosas bastante peligrosas en aquel tiempo: mudarse de Cracovia a Poz-nam y ser a la vez poeta y patriota. La ciudad en que vivía estaba ocupada en ese momento por los...
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