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El mango del arma estaba frío, helado, álgido. La textura de la madera en contraposición al metal se extendía sobre su palma y sus dedos, mientras la reminiscencia del humo todavía permanecía vivasobre el ambiente. Sí, porque lo que alcanzó a calentarse, el cañón, había sido empañado con el trazo residual de los gases que se agolparon para expulsar la bala. — La redondeada punta que viajó másrápido que el sonido.

Su mirada estaba errante, ausente, vacía. Su mente había caducado, su corazón había fenecido, su alma se había perdido. Pinceladas de sangre convertían las paredes en unaoscura obra de arte resultante de una escena trágica, quizá incluso absurda.

Pensar en los motivos para que todo acabara de esa forma resultarían dolorosos aun para el cadáver que yacía sobre la silla,con la pistola en mano, y a quien un líquido carmesí le manchaba el rostro y el cuello. — Sí, el evocar cada cavilación que tuvo lo calificaría de fútil, infructuoso, inútil, estúpido. Nada podríacambiar; él no podría hacerlo, ella tampoco. En verdad, ella jamás lo haría, no con él, no con nadie.

La odiaba, la amaba, la deseaba, la aborrecía. Lo confundía, lo idiotizaba, lo calmaba, loenloquecía. Tocar su piel le restauraba el ánimo, pero su adicción lo hacía perder la cordura cuando ella no estaba presente. Pronto se convirtió su heroína, se transformó en la metafórica droga que lohizo demacrarse hasta su muerte. La quería todo el tiempo, pero ella carecía de éste. Se lo explicó una y otra vez, pero él hacía oídos sordos.

Él estaba dañado, y quería ser arreglado. Ella no podíaremendarlo, pero estaba allí para él. Se volvió co-dependiente, convirtiendo el mal en necesidad. El daño era recíproco, el amor también lo era, pero tal vez fue una confusión de términos lo que hizoque la situación se volviera terrible. Sí, ¿en verdad era amor o lástima? Ella estuvo segura de que al inicio fue lo primero, y él también lo creía, pero una vez que se establecieron los factores...