Lucind
Una Novela
Primera parte
Friedrich Schlegel
PRÓLOGO Con sonriente emoción da un vistazo y abre Petrarca la colección de sus romances eternos. Cortés y lisonjero habla el agudo Bocaccio al comienzo y al final de su rico libro a las damas. E incluso el mismo caro Cervantes, aun anciano y en la agonía amigable y lleno de humor, reviste el escenario colorido de obras vivaces conel tapiz delicado de un prefacio que es, él solo, una bella pintura romántica. Crezca una planta soberbia desde su suelo maternalmente fructífero: ha de depender ella amorosamente de lo que puede parecer solo una frugalidad superflua. Mas ¿qué debe proporcionar mi espíritu a su hijo que le es tan pobre en poesía como rico en amor? Tan solo una palabra, una imagen de despedida. No únicamente elnoble príncipe debe despreciar el graznido del cuervo; también el cisne es orgulloso y no lo toma en serio. Nada le preocupa menos que el resplandor de su blanco plumaje permanezca puro. Piensa solo en reposar sobre el regazo de Leda sin hacerle daño, y todo lo que es mortal en él cantarlo en suspiros.1
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Novelle (1799) del crítico literario y artista alemán Friedrich Schelgel, tomada de Werkein zwei Bände. Segundo Tomo. Aufbau-Verlag. Berlín y Weimar. 1980. Traducción de Juan Guillermo Gómez García, Letras: Filología Hispánica, Universidad de Antioquia.
CONFESIONES DE UN DESORIENTADO
JULIUS A LUCINDE Los hombres y lo que ellos desean y hacen, se me parecen, cuando meditaba en esto, como figuras grises sin movimiento; pero en la santa soledad en mi alrededor todo era luz ycolor, y un aliento fresco y cálido de vida y amor flotaba y horadada y alentaba todas las ramas de la exuberante floresta. Yo miraba y disfrutaba todo al mismo tiempo, el potente verde, el botón blanco y el fruto dorado. Y también así contemplaba con el ojo de mi espíritu la – una- eterna y única amada en múltiples figuras, ya como joven-niña, ya como mujer en su plenitud y energía del amor y lafeminidad y luego como digna madre con su primer hijo en brazos. Aspiraba primavera, y veía clara la eterna juventud en torno mío, y sonriente decía: Si el mundo no puede ser ciertamente el mejor o el más útil, sin embargo sé que es el más bello. En este sentimiento y meditación nada hubiera podido perturbarme, ni la duda general ni el fruto apropiado. Pues creía echar una mirada profunda a lo ocultode la naturaleza; y sentía que todo vivía eternamente y que la muerte también era amigable y sólo un engaño. Sin embargo no pensaba en ello demasiado, al menos no estaba particularmente inclinado a la síntesis y al análisis de los conceptos. Pero me perdía complaciente y profundamente en todas las mezclas y entremezclas del placer y el dolor, de los que brota la raíz de la vida y la flor de lossentimientos, el placer espiritual y la felicidad terrena. Un fuego sutil corría por mis venas; lo que soñaba no era solo un beso, sino tu abrazo, no era solo el deseo, al romper el aguijón del anhelo y al atemperar la llama dulce de la devoción; no sólo tenía nostalgia de tus labios o de tus ojos o de tu cuerpo: sino era una confusión romántica de todas estas cosas juntas, una mezcla maravillosa delos más diversos recuerdos y deseos. Todos los misterios de la malicia femenina y masculina me parecían suspendidos en el aire, cuando se me iluminaba de pronto tu verdadera presencia y el resplandor de alegría hacía brillar tu rostro completamente. El buen humor y el encantamiento empezaban su alegre dar y tomar y eran el pulso de nuestra vida común; nos abrazábamos con el desenfreno de unareligión. Yo robaba y tú deseabas ceder a la furia, y te suplicaba y tú deseabas parecer insatisfecha. Con todo, te escuchaba con expectación prudente a cada silencioso gesto de las alegrías, y así no se me escapaba ninguna alegría ni quedaba un vacío en la armonía. No solo gozaba, sino sentía y gozaba también el gozo.
Eres tan extraordinariamente inteligente, amadísima Lucinde, que con...
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