Luis
Que el lector no me mal interprete. Aquí no se trata en absoluto de la cuestión de la salvación personal. Se trata de otra cosa totalmente diferente. Nada puede ser más miserablemente egoísta —tras haber obtenido la salvación como el fruto de la agonía de Cristo, de su sudor de sangre, de su cruz y de su pasión— que mantenernos a la mayor distancia posiblede su sagrada Persona sin perder nuestra seguridad personal. Esto, hasta para el juicio natural, no puede ser considerado sino como un egoísmo digno del más rotundo desprecio. Mas cuando este carácter es manifestado por un hombre que profesa deber todo lo que tiene en el presente y en la eternidad a un Maestro rechazado, crucificado, resucitado y ausente, ningún lenguaje podría expresar estabajeza moral. «Con tal que haya escapado del fuego del infierno, poco importa mi marcha como discípulo.» Lector, ¿acaso no detestaría, en lo más profundo de su alma, este sentimiento? Si es así, entonces procure con vehemencia apartarse de él y situarse en el polo opuesto de la brújula, y que su lenguaje fiel sea: «Con tal que mi bendito Maestro sea glorificado, poco importa, comparativamente, miseguridad personal.» Quiera Dios que ésta sea la sincera expresión de muchos corazones en el día de hoy, cuando, ¡ay, se puede decir en verdad que “todos buscan lo suyo propio, no lo que es de Cristo Jesús” (Filipenses 2:21)!
Quiera Dios que el Espíritu Santo, con su irresistible poder y con su energía celestial, suscite una cuadrilla de discípulos separados del mundo, yde devotos seguidores del Cordero, donde cada uno se halle unido, mediante los lazos del amor, a los cuernos del altar; una compañía, semejante a los trescientos de Gedeón en los tiempos de antaño, capaz de confiar en Dios y de renunciar a la carne. ¡Oh, cómo suspira el corazón por ver esto! ¡Cómo el espíritu, sometido, a veces, a la congelante y desecante influencia de una profesión fría y hueca,anhela con ahínco un más riguroso y sincero testimonio para Aquel que se despojó a sí mismo y dejó su gloria para que nosotros, por su sangre preciosa derramada en la cruz, pudiésemos ser elevados hasta ser sus compañeros en una felicidad eterna!
Ahora bien, entre los numerosos obstáculos que se oponen a esta plena consagración de corazón a Cristo que yo deseo...
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