luis
Empieza a leer... Las intermitencias de la muerte
Al día siguiente no murió nadie. El hecho, por absolutamente contrario a las normas de la vida, causó en los espíritus una perturbación enorme, efecto
a todas luces justificado, basta recordar que no existe noticia en los cuarenta volúmenes de la historia
universal, ni siquiera un caso para muestra, de que
algunavez haya ocurrido un fenómeno semejante,
que pasara un día completo, con todas sus pródigas
veinticuatro horas, contadas entre diurnas y nocturnas, matutinas y vespertinas, sin que se produjera
un fallecimiento por enfermedad, una caída mortal, un suicidio conducido hasta el final, nada de
nada, como la palabra nada. Ni siquiera uno de esos
accidentes de automóvil tan frecuentes en ocasionesfestivas, cuando la alegre irresponsabilidad o el
exceso de alcohol se desafían mutuamente en las carreteras para decidir quién va a llegar a la muerte
en primer lugar. El fin de año no había dejado tras
de sí el habitual y calamitoso reguero de óbitos, como si la vieja átropos de regaño amenazador hubiere decidido envainar la tijera durante un día. Sangre, sin embargo, hubo, y no poca.Desorientados,
confusos, horrorizados, dominando a duras penas
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las náuseas, los bomberos extraían de la amalgama de
destrozos míseros cuerpos humanos que, de acuerdo
con la lógica matemática de las colisiones, deberían
estar muertos y bien muertos, pero que, pese a la
gravedad de las heridas y de los traumatismos sufridos, se mantenían vivos y así eran transportados a
los hospitales, bajoel sonido dilacerante de las sirenas de las ambulancias. Ninguna de esas personas
moriría en el camino y todas iban a desmentir los
más pesimistas pronósticos médicos, Este pobre diablo no tiene remedio posible, no merece la pena perder tiempo operándolo, le decía el cirujano a la enfermera mientras ésta le ajustaba la mascarilla a la
cara. Realmente, quizá no hubiera salvación para eldesdichado el día anterior, pero lo que quedaba claro era que la víctima se negaba a morir en éste. Y lo
que sucedía aquí, sucedía en todo el país. Hasta la
medianoche en punto del último día del año aún
hubo gente que aceptó morir en el más fiel acatamiento de las reglas, tanto las que se refieren al fondo de la cuestión, es decir, se acabó la vida, como
las que se atienen a las múltiples formas enque éste, el dicho fondo de la cuestión, con mayor o menor pompa y solemnidad, suele revestirse cuando
llega el momento fatal. Un caso sobre todos interesante, obviamente por tratarse de quien se trata,
es el de la ancianísima y veneranda reina madre.
A las veintitrés horas y cincuenta y nueve minutos
de aquel treinta y uno de diciembre nadie sería tan
ingenuo para apostar el palo de unacerilla quemada por la vida de la real señora. Perdida cualquier
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esperanza, rendidos los médicos ante la implacable
evidencia, la familia real, jerárquicamente dispuesta alrededor del lecho, esperaba con resignación el
último suspiro de la matriarca, tal vez unas palabras,
una última sentencia edificante para la formación
moral de los amados príncipes sus nietos, tal vez
una bella yredonda frase dirigida a la siempre ingrata retentiva de los súbditos futuros. Y después,
como si el tiempo se hubiera parado, no sucedió nada. La reina madre no mejoró ni empeoró, se quedó
como suspendida, balanceándose el frágil cuerpo
en el borde de la vida, amenazando a cada instante con caer hacia el otro lado, pero atada a éste por
un tenue hilo que la muerte, sólo podía ser ella, no
se sabepor qué extraño capricho, seguía sosteniendo. Ya estamos en el día siguiente, y en él, como se
informó nada más empezar este relato, nadie iba
a morir.
La tarde ya estaba muy avanzada cuando
comenzó a circular el rumor de que, desde la entrada del nuevo año, más exactamente desde las cero
horas de este día uno de enero en que estamos, no
había constancia de que se hubiera producido en el...
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