Lulu
Para la mayoría de las personas se trató sólo de la renuncia de un mandatario que seencontraba perdido en su propio laberinto de indecisión, empujado por el clamor popular. Pero aquellos que han investigado y analizado a fondo todos los factores que sucedieronantes, durante y después de ese día, saben que no fue así. Hay demasiados indicios que ?analizados en conjunto- demuestran que hubo un verdadero golpe institucional, llevado acabo por un conjunto de personas que agrupaban intereses políticos ?y no políticos- específicos.
Si bien el Gobierno de De La Rúa fue un rotundo fracaso -desde que asumióbajaron las reservas monetarias del Banco Central, y se incrementaron tanto la desocupación como los índices de pobreza- eso no quita que, desde ciertos círculos importantes depoder, se le haya dado un ?empujoncito? para ayudarlo a caer.
Hablábamos de indicios. Bien, uno de ellos se dio cuando Eduardo Duhalde, en un almuerzo informal con financistasy banqueros, pronunció una frase que provocó silencios y miradas entre los comensales: ?En diciembre, el presidente de la Argentina soy yo?.
La afirmación de Duhalde quedóplasmada en un informe de inteligencia reservado norteamericano que llegó a dos escritorios de Buenos Aires. Ninguno de esos dos escritorios era el de De la Rúa.
¿Másindicios? previo a la caída de De la Rúa hubo reuniones, conspiraciones, saqueos, movilizaciones y declaraciones públicas referidas a la posibilidad de que no terminara su mandato.
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