Luna caliente

Páginas: 93 (23216 palabras) Publicado: 31 de mayo de 2010

Mempo Giardinelli
Luna caliente

Para Sergio Sinay, por la pasión común
por este género y por el inmenso cariño
de una amistad que, con los años,
pretendo acorazada.
Y para Osvaldo Soriano, por las mismas razones.

PRIMERA PARTE

La muerte es el hecho primero y más antiguo,
y casi me atrevería a decir: el único hecho.
Tiene una edad monstruosa y es sempiternamente nueva.
ELÍASCANETTI
La conciencia de las palabras

I

Sabía que iba a pasar; lo supo en cuanto la vio. Hacía muchos años que no volvía al Chaco y en medio de tantas emociones por los reencuentros, Araceli fue un deslum­bramiento. Tenía el pelo negro, largo, grueso, y un flequi­llo altivo que enmarcaba perfectamente su cara delgada, modiglianesca, en la que resaltaban sus ojos oscurísimos, brillantes, demirada lánguida pero astuta. Flaca y de piernas muy largas, parecía a la vez orgullosa y azorada por esos pechitos que empezaban a explotarle bajo la blu­sa blanca. Ramiro la miró y supo que habría problemas: Araceli no podía tener más de trece años.
Durante la cena, sus miradas se cruzaron muchas veces, mientras él hablaba de los años pasados, de sus es­tudios en Francia, de su casamiento, de sudivorcio, de todo lo que habla una persona que los demás suponen trashumante porque ha recorrido mundo y ha vivido le­jos, cuando regresa a su tierra después de ocho años y tie­ne apenas treinta y dos. Ramiro se sintió observado toda la noche por la insolencia de esa niña, hija del ahora vete­rano médico de campaña que fuera amigo de su padre, y que lo había invitado con tanta insistencia a su casade Fontana, a unos veinte kilómetros de Resistencia.
La noche cayó con grillos tras los últimos cantos de las cigarras, y el calor se hizo húmedo y pesado y se pro­longó después de la cena, rociada de vino cordobés, dulzón como el aroma de las orquídeas silvestres que se abrazaban al viejo lapacho del fondo de la finca. Ramiro nunca sabría precisar en qué momento sintió miedo, pe­roprobablemente sucedió cuando descruzó las piernas para levantarse, al cabo del segundo café, y bajo la mesa los pies fríos, desnudos, de Araceli le tocaron el tobillo, casi casualmente, aunque acaso no.
Cuando se pusieron de pie para ir al jardín, porque el calor era sofocante, Ramiro la miró. Ella tenía sus ojos clavados en él; no parecía turbada. Él sí. Caminaron, con las copas en las manos, detrás delmédico, que ya estaba bastante achispado, y de su esposa, Carmen, quien no de­jaba de hablar. Los más chicos se habían acostado y Ara­celi, decía su madre, era raro que estuviera despierta a esa hora. "Los chicos crecen', dijo el médico. Y Araceli hizo como que miraba algo, al costado, en un gesto que Rami­ro interpretó cargado de la intención de que él viera su media sonrisa.
Charlaron y bebieron enel jardín trasero, hasta las doce de la noche. Fue una velada que a Ramiro le resultó inquietante porque no podía dejar de mirar a Araceli, ni a su falda corta que parecía remontarse sobre las piernas morenas, suavemente velludas, impregnadas de sol, que en ese momento brillaban a la luz de la luna. Era incapaz de apartar de su cabeza algunas excitantes fantasías que parecían querer metérsele enla conversación, y que no sabía reprimir. Araceli no dejó de mirarlo ni un minuto, con una insistencia que lo turbaba y que él imaginó insi­nuante.
Al despedirse, cometió la torpeza de volcar un vaso sobre la muchacha. Ella se secó la pollera, alzándola un poco y mostrando las piernas, que él miró mientras el médico y su esposa, bastante bebidos los dos, hacían co­mentarios que pretendían sergraciosos.
Cuando se adelantaron para abrir la puerta que daba al patio, a fin de atravesar la casa hasta la calle, Ramiro to­mó a Araceli de un brazo y se sintió estúpido, desespera­do, porque lo único que se le ocurrió preguntar fue:
-¿Te manchaste mucho?
Se miraron. Él frunció el ceño, dándose cuenta de que temblaba a causa de su excitación. Araceli cruzó los brazos por debajo de sus pechos,...
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