Lírica Galaico Portuguesa

En Madrid, 11 de enero de 2012
Yolanda de Pablos de la Guardia

No dejes que tu felicidad dependa de alguien que no seas tú mismo.

Sophie estaba sentada en la silla de su habitación, recostada hacia atrás, con las piernas apoyadas sobre la mesa de su escritorio y su portátil blanco sobreellas. La mesa estaba llena de papeles arrugados y sucios, lápices y bolígrafos desperdigados por todos lados, algunos sin tapa y la mayoría ni siquiera pintan. El cuarto, que en general no estaba muy ordenado, era bonito. La alfombra blanca y negra disimulaba un poco este desorden. A la izquierda de la entrada había unas puertas correderas de color blanco que correspondían a su armario, estabaentreabierto porque se habían quedado las mangas de unas chaquetas obstaculizando el cierre. Las paredes, pedían a gritos una mano de pintura. Tenía una cama grande recubierta por unas fundas con tonalidades verdes y justo encima había una ventana que, al estar abierta, ventilaba la habitación haciendo que el pelo largo y rubio de Sophie se moviese, al igual que las cortinas. La habitación teníauna mezcla extraña de aromas, se notaba levemente el perfume caro de Sophie, el olor a alcohol de su ropa mezclado con el olor de la calle que entraba por las ventanas.
Ella estaba viendo fotos que tenía guardadas en la memoria del ordenador, pasaba las fotos, cada vez más rápido pero se detuvo bruscamente en una, quizá la estaba buscando o simplemente apareció, salía ella con su padre. Llevabala tarde intentando evitarlo pero no pudo más y rompió a llorar, las lágrimas salían de sus preciosos ojos y se deslizaban lentamente por sus mejillas hasta acabar en la pantalla del ordenador, resbalando por toda la imagen. Se acordaba como si de ayer se tratase del día de aquella foto, cómo olvidarlo, sabía perfectamente que ese recuerdo le perseguiría siempre, que lo llevaría grabado en lamemoria hasta el día de su muerte, se sentía muy culpable, y por mucho que le dijesen que no era su culpa, no podía evitarlo.

Era un día cualquiera, hace alrededor de tres años, Sophie era el ojito derecho de su padre, él, la quería muchísimo, era lo más importante, siempre lo había sido. Aquel día se les antojó ir a la pizzería que había en la esquina de su calle. Salieron de casa, la madre deSophie no estaba, a esas horas trabaja, Christian, sin embargo, tiene un horario diferente ya que era piloto y ese día no le tocaba volar. En la calle no había mucha gente, estaba la de siempre y alguna que otra más que estaba por allí de paso, saludaron a su vecina que se la cruzaron mientras caminaban. La pizzería no es muy conocida no es del tipo de “telepizza” o “pizza Hut” que son más populares.Cuando entraron había varias mesas libres, a la hora de comer no suele llenarse, bueno, ni a la de comer ni a la de cenar, al menos ellos nunca lo habían visto lleno. El restaurante cerró un año después porque no les llegaba el dinero para cubrir los gastos del negocio. Un camarero fue a llevarles la carta, pero no la necesitaban.
- Hoy tomamos la pizza de jamón y queso, ¿no papá?
- ¿Esano la tomamos la última vez?
- Que va papi… Tomamos tu favorita, la de cuatro quesos, -dice Sophie mirando hacia otro lado.
- Que mal mientes…- dice Christian, negando con la cabeza, fingiendo decepción.
- ¿Entonces la de cuatro quesos? –añade el camarero, no muy seguro.
- Sí, por favor, y para beber 1coca-cola y una cerveza.
- Muy bien.
El camarero, un chico joven no muyagraciado, bajito y moreno toma nota de todo y con una sonrisa, entra en la cocina. Después de esperar 15 minutos en aquella mesa de madera les trajeron la pizza, se la comieron muy rápido, tenían hambre. Cuando salieron del restaurante, Christian quería hacerle una foto ya que estrenaba móvil y no tenía ninguna. No era muy experto haciendo fotos con esos móviles de última generación y al tener el...