Médica


Emilia Ferreiro en su libro Pasado y presente de los verbos leer y escribir denunciaba que “la humanidad ingresa al siglo XXI con unos mil millones de analfabetos (…) mientras que en 1980 eran ochocientos millones. (…) Los países pobres no han superado el analfabetismo; los ricos han descubierto el iletrismo que es el nuevo nombre de una realidad muy simple: la escolaridad básica universal noasegura ni la práctica cotidiana de la lectura, ni mucho menos el placer por leer. O sea, hay países que tienen analfabetos porque no aseguran un mínimo de escolaridad básica a todos sus habitantes y países que tienen iletrados porque, a pesar de haber asegurado ese mínimo de escolaridad básica, no han producido lectores en sentido pleno”

El contenido de esta cita no nos es ajeno; confrecuencia escuchamos desde diversos ámbitos que los egresados de los distintos niveles educativos, incluida la educación superior, presentan graves limitaciones para comprender y producir textos; y a la hora de atribuir responsabilidades, los maestros de grado son sentados en el banquillo de los acusados.

Por su parte, los funcionarios responsables de programar e implementar las políticaseducacionales tanto nacional como provinciales intentan resolver el problema proponiendo leyes que garanticen un mínimo de 180 días de clase, modificando los planes de estudio de los institutos de formación docente y multiplicando los cursos de capacitación en servicio; pero, si nos guiamos por la sensación pública y por los ranking internacionales, la cuestión lejos de resolverse se profundiza

Buscandootra mirada sobre el tema, encontramos un artículo publicado hace veinte años por Lectura y Vida, revista latinoamericana de lectura, en el que María Eugenia Dubois caracterizaba a la capacitación para la enseñanza de la lectura y la escritura como el factor olvidado en la formación de los maestros. Fundamentaba esta afirmación señalando que los importantes avances producidos a partir de ladécada del ochenta en el conocimiento teórico de los docentes acerca del sistema de escritura y de su aprendizaje, no se acompañaron por progresos similares en el saber hacer en el aula y, menos aún, en la constitución de los maestros como lectores y escritores plenos.

Al respecto, la autora decía: “El saber es una condición necesaria para el hacer, pero no es una condición suficiente. Serequiere, de modo especial en el caso de la lectura y la escritura, que el maestro no solo conozca el proceso desde afuera sino que lo sienta y lo viva desde adentro (…) Lo que el maestro haga con la lengua escrita dependerá no sólo de lo que él sepa y sepa hacer sino –fundamentalmente- de lo que él sea (…) y ese ser para hacer estriba en la cualidad de lector y escritor que debe poseer el docente”

Siahora volvemos la mirada a lo ocurrido con la capacitación inicial y continua de los maestros desde la aparición del artículo que acabamos de mencionar, deberemos concluir que la situación no ha variado. La formación de maestros como lectores plenos que, a la vez, sepan cómo enseñar a serlo a sus alumnos continúa siendo el factor olvidado.

Que esto ocurra es aparentemente inexplicable siconsideramos que la escuela nace de la mano de los sistemas de escritura. En efecto, a medida que las culturas ágrafas dejaban de serlo fue necesario organizar una institución social cuya finalidad específica sea enseñar a leer y escribir, al comienzo solo a la minoría destinada a cumplir funciones de gobierno y administración; más adelante, al conjunto de la población como respuesta a las nuevasformas de producción impuestas por la revolución industrial y a las exigencias de la democracia burguesa basada en una concepción formal de la soberanía popular.

Situaciones objetivas obligaron a universalizar la escolaridad, pero como ello conllevaba riesgos, la clase dominante disminuyó la potencial capacidad transformadora de la educación condicionando al maestro tanto a través del...