maestra

Páginas: 8 (1956 palabras) Publicado: 15 de septiembre de 2013
Cuento con usted
Es el lunes por la mañana. Bien tempranito.Usted sale de su casa, después de un desayuno tomado a la disparada. A la mediacuadra, compra el diario.Con los minutos contados, sigue encaminándose —rápidamente— hacia la parada delautobús que conduce a la estación de trenes.Cuando llega a la parada, ya hay una larga hilera de gente que espera el mismotransporte que usted. Se ubica—por lo tanto— al final de la cola. —Uf, qué serpentina humana... —comenta por lo bajo.Hojea el diario.De tanto en tanto controla la hora en su reloj de pulsera y la compara con la que señalael solar, instalado en la esquina. Piensa que si el micro demora un poco más, va a llegar tardea su lugar de trabajo.Está leyendo los chistes que aparecen en la contratapa del diario, cuando una manofemenina leda tironcitos a la manga de su chaqueta para llamarle la atención.Usted vuelve su cara hacia la de la mujer que está a su lado, extendiéndole una tarjetamientras le hace señas para que la lea.De un ligero vistazo, usted adviene que la mujer es una mujer pobre y una pobre mujer (que no significa lo mismo). Toma la tarjeta —ajada y con manchas varias—y la lee. Dice así:
Cuando le devuelve latarjeta, la mujer la toma con la derecha mientras le tiende laizquierda, abierta y de palma hacia arriba. Usted le da el dinero que tenía preparado para el boleto del micro y siente una extraña vergüenza, por la escasez de su limosna.En ese mismo momento, su micro arriba a la parada. Llega repleto. Si tiene la suerte desubir, va a viajar como sardina en lata.La serpentina humana empieza a perderse en elinterior del vehículo, hasta que a ustedtambién le toca el turno de ascender y sacar el boleto.Menos mal que el trayecto es breve. Apenas unas veinte cuadras hasta la estación. De locontrario, usted se deshidrataría debido al calor reinante y al apretujamiento entre los demás.En una de las paradas del rutinario recorrido, sube un ciego.Se abre paso con mucha dificultad, hasta alcanzar unaubicación junto al conductor delmicro y de espaldas al mismo.Casi no se puede creer que haya logrado desplazarse, a través de tantas personasapiñadas
Carga una valijita.Golpea con su bastón blanco el metaldel respaldo del asiento del conductor.La gente se da cuenta —entonces— deque es un vendedor ambulante y —entrecompadecida y resignada— se dispone aescuchar su pregón.Usted ya casi lo recuerda dememoria. No es la primera oportunidad en que seencuentra con tal hombre, compartiendo unviaje de esa línea. —Estimados señores pasajeros —y elvendedor de mirada inexistente abre suvalija, a la par que inicia la acelerada promoción de sus productos—. Muy buenosdías. Voy a distraer brevemente su amableatención. Soy un no-vidente que se gana — con honradez— el pan cotidiano y que— gracias a la generosa cooperación del público viajero— no está condenado a vivir mendigando. En esta oportunidad, laempresa para la que —orgullosamente— trabajo y que es de primer nivel en el rubro de los plásticos, les brinda —por mi intermedio— esta fabulosa oferta.(En ese instante, el ciego saca un sobre plegado, de papel celofán, y coloca la valija enel suelo, sosteniéndola entre sus piernas.) —Directamente de fábrica, porúnica vez y a un precio absolutamente promocional,ofrezco a ustedes este set, este juego completo de peines de finísimo acrílico irrompible,flexible y de excepcional calidad.(Y ahí mismo despliega el sobre y parte del pasaje que lo rodea —más los afortunadosque viajan sentados en las primeras filas— pueden observar siete peines de diferentestamaños y colores. El vendedor continúa —entonces— con sudiscurso.) —Como podrán apreciar —y aquel que desee comprobarlo por sí mismo no tiene másque solicitármelo— se trata de siete peines —¡qué digo!— de siete auténticas piezasartesanales que van a satisfacer las necesidades de toda la familia e —incluso— de algún pariente, amigo o amiga, novio o novia, compañero o compañera de tareas con el o la que sedesee quedar bien para las próximas...
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