Maestra
El alumno de Piaget
Pocos saben que un pedagogo guatemalteco fue uno de los alumnos predilectos de Jean Piaget. Desconocen que, además, fue asesor de Walt Disney. Se llamaba Luis Martínez Mont y, aunque muchos aspectos de su vida son un misterio, aquí unas líneas para trazar su retrato.
Desde afuera parecía que algo terrible había sucedido. Ungrupo de niños se arremolinaba en mitad de la calle, algunos mostraban en sus sonrosados rostros una espesa angustia infantil; otros sonrisas nerviosas y ojos circunspectos, y no faltaba el que agitaba la mano mientras alzaba las cejas con preocupación. Lo que sucedía en efecto era grave, grave desde su punto de vista: un chico de ocho años acababa de perder su canica favorita. La apostó, hizo unmal tiro y ahora debía entregarla a su contrincante.
Luis Martínez Mont estaba observando de cerca cómo el chico obedecía, a pesar de lo difícil y doloroso que le resultaba, las reglas impuestas por pequeños de su misma edad. Si hubiera querido hubiera podido aferrarse a la canica y correr a casa, mandar al diablo a sus compañeros y sus reglas, pero no lo hizo. Cumplió un pacto que, al parecer, eratan fuerte e importante como los que hacen los adultos. Luis apuntó todo en su mente: esas anécdotas servirían para el trabajo que estaba haciendo con el profesor Jean Piaget.
Eran los años treinta y en Europa los intelectuales debatían sobre la forma en la que los seres humanos adquieren juicios morales. El sociólogo Emile Durkheim había dicho que es la sociedad la encargada de regular loscomportamientos y que es el miedo al castigo el principal inhibidor de la conducta. Pero Piaget tenía otras ideas, pensaba que aunque la sociedad juega un papel importante, no se podía dejar de lado la autonomía de la conciencia, el razonamiento de todo ser humano. En su intento por demostrarlo seleccionó a siete de sus mejores estudiantes para que le apoyaran en la investigación. Todos eran europeos,menos uno: el huehueteco Luis Martínez Mont.
Aunque de su vida se sabe poco, es suficiente para darse cuenta del enorme potencial que tenía, de que su inteligencia era privilegiada y había rasgos de genialidad en él, rasgos que quizá hasta el propio Juan José Arévalo llegó a envidiar.
Martínez y Arévalo
“Profesor, lo hemos decidido”. Las palabras de Juan José Arévalo sonaron serias en losoídos de Miguel Morazán, el director de magisterio de la Escuela Normal Central para Varones. A su lado Luis Martínez Mont esperaba ansioso, sabía que lo que iban a contarle a su maestro no era precisamente una buena noticia. Pero el profesor ni siquiera esperó a que Arévalo terminara de hablar y se levantó de golpe, sonriente abrió los brazos y los estrechó a los dos con fuerza. “No, profesor, no sealegre, que no es lo que usted piensa”, dijo Martínez Mont, y Morazán cambió la mirada, torció la boca y regresó a su escritorio: “Lo que decidimos es que vamos a ir a estudiar Filosofía y Letras a Madrid. Queremos ser poetas”. A Morazán se le desencajó el rostro. ¿Poetas? “Muy bien, enhorabuena”, les dijo y cuando estaban a punto de marcharse felices, agregó: “Vamos a perder dos pedagogos de fibrapara conseguir dos malos poetas”.
Las vidas de Juan José Arévalo y Luis Martínez Mont se unieron desde adolescentes, exactamente en 1918, cuando Juan José tenía 14 años y Luis 17. En Chiquimula la vida pasaba a veces pausada y a veces rauda, como si la corriente del Río Grande fuera definiéndole el rumbo. Arévalo y sus compañeros aprovechaban cada domingo –el único día que les permitían salirdel internado– para zambullirse en el agua durante horas y después correr a descansar bajo los mangales. Nada alteraba su rutina escolar hasta que un día, ya avanzado el año, llegó un nuevo alumno. De inmediato notaron que era mayor que los demás, que les sacaba al menos dos o tres años. Se presentó simplemente como Luis y contó apenas que llegaba desde Huehuetenango; nadie le preguntó nada,...
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