maestria

Páginas: 5 (1047 palabras) Publicado: 15 de abril de 2013



¡Un convento! Un convento de monjas. Lilus había visto horribles monjasen sus sueños. Caras de insensibilidad perfecta. Caras que ningúnproblema humano puede turbar. La inmovilidad de una cara es másterrorífica que las cicatrices y los ojos ciegos.Lilus veía a las monas de negro y con bigotes. Mujeres de piel seca ylenguas pálidas, que olían a quién sabe qué de muy rancio y viejito.Lasimaginaba rezando triste y mecánicamente, como una sierra en un trozode madera, mientras Jesús en el cielo sudaba de desesperación. Luegolas oía en la escuela dictando máximas sentenciosas: "Un tesoro no essiempre un amigo pero un amigo es siempre un tesoro" y "No hay nuncarosas sin espinas ni espinas sin rosas..." ¡Qué asco! Y pensaba Lilus."Mamá, yo no puedo ir al convento... ¡Mamita! ¿Cómo comenlasmonjas?" Las veía masticando un mismo pedacito de carne durantehoras enteras, ella, ella que no puede soportar a las gentes que comendespacio. (En cambio, le gustan mucho los rusos que se tragan enteroslos canapés de caviar).Pensaba que las monjas no la dejarían ir al campo, que ya no podríasentir el pasto frío bajo los pies, ni jugar con el agua verde y blanca yazul, ni aplastar zarzamoras ensus manos para luego ir diciendo que sehabía cortado... Ya no podría hacerse grandes heridas y cobrar porenseñarlas. Porque Lilus tenía la costumbre de caerse, y después delinevitable vendaje, iba con sus amigos:—Si supieras qué feo me caí...—Enséñame, Lilus, no seas mala...—Enseño, pero cobro.—¿Cuánto? Te doy un beso o un diez (si era hombre).—Mejor el diez...Lilus despegaba lentamente la telaadhesiva, y después de falsificadasmuestras de dolor aparecía una llanurita de rojos, negros y blancos... Y al recordar todo lo que no iba a tener ya, Lilus aulló: "¡Mamá, yo no mevoy al convento..."Pero Lilus se fue.Se fue en un tren, un tren muy triste de silbidos desgarradores... Un trentan triste que se lleva a la neblina niños que se pierden como Lilus... Tren de meseros negros con sonrisallena de dientes, que comen sabeDios qué cosas... Tren de señoras pálidas que juegan canasta y quepiensan en el té de caridad que darán a su llegada... Tren de recién

casados, muy bañaditos y avergonzados, que recuerdan el cuento de losinditos: "¿Nos dormimos u qué...?" Tren de tristes y de felices, tren lleno de sonidos extraños... tren de Lilus,la niña atormentada que se va al convento...¡Camposde trigo! ¡Campos verdes y árboles en flor!Severa mansión rodeada de cosas que se ríen.—¡Casa con aspecto de viudita alegre!Como esas mujeres que a veces se perciben en las calles, tiesas yenlutadas, pero con mejillas como manzanas, y verdes ojos que danzan,así son las monjitas. Dentro del negro tenebroso se adivinan interioresmucho menos horribles.Así es el convento, una jaula llena de monjitasque andan como pájarosasustados, distintas al resto del mundo. Dan pasitos que resbalan, pasosdulces y quietos, blancos pasos de conejo que apenas rozan el suelo.Además, las monjas hacen siempre trabajos pequeñísimos y conceden alas menores cosas una gran importancia, como si de ellas dependiera elorden del mundo: "¡El mantel del altar no está bien extendido!" ¡Diosmío, qué crispación interior!"Hay que jalarlo rápidamente, antes de queempiece la misa!"Con apariencia un poco fantasmal, las monjas del convento de Lilus erantodas delgadas, de muslos alargados, de ademanes nerviosos y dulcessobresaltos. De tan chiquitas y flaquitas parecen no tener sexo. Todasson Sebastianes, Luises o Tarcisios. Sin embargo, hay en ellas algo devaliente y de enternecedor, una mezcla de decisión y detitubeo.La primera monja que vio Lilus fue la madre portera. Madre ágil,danzarina y cantadora, a la que puso mentalmente pantalones decharro.La madre portera se preocupaba mucho por un panal que tenía en el jardín. Iba constantemente a verlo y siempre se quejaba de que la abejareina le había picado en un dedo. Por un agujero en el techo la lluviaentraba en el cuarto de la madre portera. A ella le daba...
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