Maestro De Filosofia Y Letras

Páginas: 464 (115755 palabras) Publicado: 27 de septiembre de 2012
ANDRZEJ SAPKOWSKI

La saga de Geralt de Rivia

La espada del destino




Traducción de
José María Faraldo








Las fronteras de lo posible [3]
Esquirlas de hielo [49]
Fuego eterno [74]
Un pequeño sacrificio [104]
La espada del destino [140]
Algo más [178]
Las fronteras de lo posible


I


-No va a salir de ahí, os digo -habló el caracañado, moviendo la cabezacon convicción-. Una hora y cuarto hace que se metió dentro. Se lo han cargao.
Los burgueses, apiñados entre las ruinas, guardaban silencio, la vista clavada en un negro agujero abierto entre los escombros que era la entrada arruinada a un subterráneo. Un gordo vestido con un jubón amarillo pasó el peso de una pierna a la otra, carraspeó, se quitó un arrugado birrete de la cabeza.
-Esperemos aún-dijo, limpiándose el sudor de unas cejas ralas.
-¿A qué? -resopló el caracañado-. Allá en las mazmorras vive un basilisco, ¿lo olvidasteis, alcalde? Quien ahí entra, ése la palmó. ¿Acaso han muerto pocos ahí dentro? ¿A qué esperar, entonces?
-Así lo habíamos acordado, ¿no? -murmuró inseguro el gordo.
-Con un vivo lo acordasteis, alcalde -dijo el compañero del caracañado, un gigante que llevabaun delantal de carnicero hecho de cuero-. Y que está muerto es tan seguro como que hay sol en el cielo. Era de prever que a su ruina caminaba, como tantos otros antes. Pues hasta sin espejo se metió allá, sólo con la espada. Y que sin un espejo no se puede cargar uno a un basilisco lo saben hasta los crios.
-Sos ahorrasteis unas perras, alcalde -añadió el caracañado-. Pues no hay a quién pagarpor el basilisco. Iros tranquilo a casa. Y el caballo y los haberes del hechicero ya los tomaremos nosotros; pena da de dejar que se echen a perder.
-Así es -dijo el carnicero-. Buena es la jaca, y las albardas no están poco llenas. Vamos a echar el ojo dentro, a ver qué hay.
-Pero ¡bueno! ¿Qué es esto?
-Callad, alcalde, y no sos metáis, porque todavía sos lleváis un soplamocos -le advirtió el delos granos.
-Buena jaca -repitió el carnicero.
-Deja ese caballo en paz, querido.
El carnicero se dio la vuelta despacio, en dirección al forastero que había entrado por un agujero en el muro y que venía detrás de la gente que estaba congregada alrededor de la entrada a los calabozos.
El forastero tenía unos cabellos castaños rizados y muy poblados, llevaba una túnica marrón sobre un caftánforrado de guata, botas altas de montar. Y no portaba arma alguna.
-Aléjate del caballo -repitió, con una sonrisa malvada-. ¿Cómo es eso? Caballo ajeno, albardas ajenas, propiedad de otro. ¿Y tú pones en ella tus ojos legañosos, diriges hacia ella tu asquerosa zarpa? ¿Es eso honrado?
El caracañado deslizó poco a poco la mano por el seno del gabán, miró al carnicero. El carnicero le hizo un gestoafirmativo con la cabeza, luego un ademán al grupo, del que salieron otros dos mozos, fuertes, con el pelo corto. Ambos llevaban en la mano unos palos como los que se usan en los mataderos para entontecer a las bestias.
-¿Y quién hais de ser vos -preguntó el caracañado sin sacar la mano de debajo del seno- para decirnos lo que es honrado y lo que no?
-Eso no es asunto tuyo, querido.
-Armas nolleváis.
-Cierto. -El forastero sonrió aún más perversamente-. No llevo.
-Mala cosa. -El caracañado sacó la mano del seno junto con un largo cuchillo-. Muy mala cosa es que no llevéis.
El carnicero sacó también una hoja, larga como un cuchillo de monte. Los otros dos dieron un paso al frente al tiempo que levantaban los palos.
-No tengo que llevarlas -dijo el forastero sin moverse del sitio-.Mis armas andan conmigo.
Desde detrás de las ruinas acudieron dos jóvenes muchachas que caminaban con paso ligero, seguro. En un segundo la turba se abrió, retrocedió, se hizo más dispersa.
Las muchachas sonreían, brillaban sus dientes y relucían sus ojos, desde cuyos rabillos corrían hasta las orejas las amplias bandas azules de un tatuaje. Los músculos de los poderosos muslos, visibles bajo...
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