Maldito Amor
Cuentos, 1996
Por Jorge Franco Ramos
Eva, la sucia
—No me voy a bañar, no me voy lavar el pelo ni a cortar las uñas,
ni a cepillar los dientes hasta que vuelvas —le dijo Eva a mi foto.
Lo había jurado y lo estaba cumpliendo, y todas las tardes ponía a
prueba su protesta, a la misma hora, sentada frente a la ventana,
mirando las bombillas que empezaban a alumbrar.
—Cuando la nocheestá limpia se juntan las estrellas con las luces
y todo parece un solo cielo, abajo con los vivos y arriba con los
muertos —me dice y se dice ella, mirándome en la foto.
Sostiene el retrato con las manos manchadas y me lleva a su
pecho. Aprieta para que la foto no se suelte o para que el corazón no
se salga. Intenta decir algo pero no dice nada, trata de moverse
pero es como si mi foto le pesara.O le pesa por mi ausencia, y
porque ya es de noche y todas las noches llora.
—Quisiera oír algo distinto —me dice al fin.
Metido en la foto no puedo decirle nada. Pero me gustaría contarle
una mentira distinta a las que le han dicho en estos seis meses;
decirle: no te amargues, Eva, que el día menos pensado llego;
decirle: no llores más que no vale la pena; ve y báñate, Eva, que ya
hace muchosdías que fue lunes.
De pronto un grito oscuro: es Eva quien grita, a sí misma, a la
ventana, a las luces y a mí. Ruge mi nombre como si mi ausencia
fuera por mi culpa. Todas las noches grita a la misma hora, apenas
se confunden noche y montaña.
—¡Y hoy voy a gritar más duro! —amenaza Eva, y pega su frente
contra la mía y con su boca babea mi foto. Yo quisiera lamer lo que
ha mojado. Sé que milveces ha querido rasgarme en pedazos, pero
en lugar de hacerlo me come a besos, y no le importa que su boca
sepa a sales y a dektol. Un sabor más para la colección de olores en
su boca.
—¿En qué habíamos quedado, Eva?
—En nada —me había dicho, pero luego añadió—: en todo, en
que nos iríamos, en que viviríamos juntos, en que todas las noches
nos acostaríamos temprano.
—Lo dices porque tienes sueño.—Lo digo —me había contestado— porque me gusta estar en la
cama.
Lo decía agazapada a mi lado, los dos apestando porque no
habíamos pasado por la ducha en todo el fin de semana y porque
nos gustaba quedarnos así: dos días encerrados, sin lavar platos, sin
recoger la ropa, sin lavarnos las bocas ni los sexos, sin desodorantes
ni perfumes; los dos malolientes y excitados.
Eva mira la foto y me dice:—Ahora debes estar inmundo.
Levanto los brazos y me huelo las axilas, paso mi mano sobre la
cara y la barba me raspa, me toco el pelo y siento la grasa y los
nudos, con la lengua repaso mis dientes y me digo: sí, estoy
bastante sucio, pero eso no importa.
Lo que importa es que Eva está sola a estas horas, que lleva
meses sola y que no sabemos cuántos le faltarán.
—No lavo los platos, no saco labasura, no me cambio de ropa
hasta que vuelvas —jura Eva con rabia, con su voz saliéndole a
pedazos de su boca pastosa. Con la ventana cerrada para que los
olores se concentren pero atenta a cada luz nueva, como si adivinara
en cuál de todas ellas podría estar yo. Sé que hoy todo va a
empeorar apenas comience la bulla y las luces artificiales no dejen
ver las otras donde me busca Eva. Quisiera decirle:cierra la cortina,
vete a tu cuarto y enciérrate; tómate un somnífero, duérmete ya,
Eva. Sé que Eva va a angustiarse cuando todos comiencen a
festejar.
2
—Si algún día me pasara algo, Eva.
Para que no hablara me vaciaba leche en el pelo.
—Si alguna vez...
Y para que no siguiera me tiraba espaguetis a la cara.
Eva grita de nuevo, grita duro y se dobla sobre mi foto. Es un
chillido largo que nodice nada, que sólo saca el dolor que le lleva las
manos al pelo y la hace enmarañar los cadejos que ya ha formado la
mugre. Zapatea como si el piso tuviera la culpa y sin pensarlo me
arroja sobre los periódicos, la ceniza, las botellas y los platos sucios.
También hay comida por todo el piso.
—¡Y no me limpio la nariz ni los oídos, ni me cambio las medias
hasta que aparezcas!
Va a la...
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