Maltrato animal
¿A qué hora dormían aquellas pobres mujeres? Ni ellas lo sabían. Cuando una sesentía rendida se echaba vestida sobre la cama, y mientras, la otra seguía en el trabajo.
Pero al fin llegó un día en que fue preciso desprenderse de aquella fiel amiga: el casero cobraba tres meses;doña Juana no tenía ni para pagar uno; era el verano, y las señoras que podían protegerla no se hallaban en madrid; estaban unas en Biarritz, otras en San Sebastián, otras en el Sardinero deSantander; y el administrador se mostraba inflexible.
No había medio; empeñar la máquina o salir con ella a pedir limosna en mitad de la calle.
Cuando Marta vió que don Pablo el portero cargaba con aquelmueble, esperanza y compañía de su juventud, sintió como si fuera a ver expirar una persona de su familia.
Salió el portero; Marta volvió los ojos al lugar que había ocupado la máquina, miró el polvoen el piso, dibujando la base de la pequeña cómoda, y le pareció como si se hubiera quedado huérfana en ese momento. Todo lo por venir apareció ante sus ojos.
Pan y habitación para un mes, ¿y luego?... Se cubrió la cabeza, se arrojó sobre su cama y comenzó a llorar silenciosamente, y como les pasa a los niños, se quedó dormida.
Muchos meses después, una mañana, al sentarse a la mesa paraalmorzar, el General Cáceres, recibió una carta, que en una preciosa bandeja de plata le presentó su camarista.
El General la abrió, y a medida que iba leyéndola se acentuaba una sonrisa en sus labios que...
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