Malvinas

Malvinas invita a pensar un patriotismo en democracia
El 30º aniversario del inicio de la guerra de Malvinas reavivó el debate en torno a uno de los hechos del siglo XX que han dejado una huella profunda en la sociedad argentina y, en muchos sentidos, una herida aún abierta. La falsa dicotomía entre patriotismo y democracia, la necesidad de dar sentido a las memorias de la guerra y de pensar elconflicto hacia el futuro, las apologías de la dictadura y los estereotipos con los que aún se piensa la guerra fueron algunos de los temas que afloraron en la discusión. Y una novedad en la escena pública: la irrupción de los isleños y de sus testimonios en primera persona.
Escribió George Orwell que “tanto los reaccionarios como los intelectuales dieron por sentado, como si fuera una ley de lanaturaleza, el divorcio entre patriotismo e inteligencia”. La cita es parte de un texto en el que analizó los motivos que habían permitido a los soviéticos resistir victoriosamente lo peor de la embestida germana, y a Gran Bretaña soportar el Blitz y la tenaza submarina sobre su territorio. Para Orwell, el secreto de ese freno al expansionismo nazi se encontraba en fuerzas despreciadas por lasdemocracias y consideradas exclusivamente propias por los totalitarismos. El autor de 1984 llamaba la atención acerca de la necesidad política de considerar la fuerza que los sentimientos anclados en símbolos tradicionales (la patria, la identidad nacional) tienen en las sociedades. Y describía, desde el solitario lugar del intelectual desengañado del comunismo y a la vez receloso del liberalismo, elfalso dilema entre ambos extremos, aquel de la fuerza de las ideas y la voluntad (encarnado en el nazismo y el fascismo) frente a la “racionalidad” de las democracias liberales.
En un plano más modesto, ya que no se trata de una conflagración mundial –aunque algunos de sus polemistas así lo vivan–, muchas de las discusiones recientes en torno al aniversario de la guerra de Malvinas repitieronesta falsa dicotomía. Sin embargo, en la voluntad de cuestionar el diálogo de sordos que el dilema orwelliano implica, anida la posibilidad de dar un sentido tanto a las memorias de la guerra (imprescindible vínculo con los muertos) como a la cuestión por la soberanía de las islas. Ahora que el fragor mediático del feriado del 2 de abril ha pasado, que las flores arrojadas por la presidenta se hanfundido ya con el Atlántico, vale la pena repasar brevemente algunos de los tópicos emergentes de las discusiones en torno al aniversario del desembarco.

De todo como en botica. En primer lugar, éste fue un aniversario dominado por los testimonios de veteranos y ex combatientes. Sobre todo desde la televisión salieron a cazarlos sin filtro crítico. Ejemplos palmarios de esto fueron algunosprogramas especiales en los que ¿antiguos? carapintadas se explayaron abiertamente hasta llegar a la apología de la dictadura, o paneles en los que producciones ignorantes de los más elementales matices de la experiencia histórica sentaron a “debatir” en un pie de igualdad a movilizados continentales –que son quienes acampan en Plaza de Mayo– con sobrevivientes de los combates de Monte Longdon.Reprodujeron, de un modo banal, aquel proceso de los años ochenta conocido como “show del horror”. Que en un programa coincidan Aldo Rico con un soldado conscripto de origen judío obligado a comer entre sus excrementos no es una muestra de amplitud sino de falta de criterio, pues no hace más que reforzar estereotipos con los cuales ya se piensa la guerra.
Esto no impide señalar que algunasinvestigaciones publicadas, como Lágrimas de hielo, de Natasha Niebieskikwiat, revitalizaron con gran rigor un aspecto de Malvinas ya denunciado en la inmediata posguerra, pero sepultado frente a otros intereses y urgencias: los maltratos y abusos vividos por decenas de conscriptos a manos de sus propios oficiales durante la guerra. Las nuevas denuncias se retroalimentan con el clima de debate acerca del...