Mama Y El Sentido De La Vida Irvin D
El consagrado autor de Un año con Schopenhauer y El día que Nietzsche lloró nos ofrece
en este libro una serie de cautivantes relatos de terapias, cuyos protagonistas se vuelven inolvidables para el lector: Paula, una mujer mayor que padece una enfermedad terminal que
mira la muerte con serenidad y que decide iniciar un proceso terapéutico; Magnolia, una
mujer obesa,paralizada, que sufre de alucinaciones que aún combate la sensación de abandono de su niñez; Rosa y Carol, dos jóvenes al borde de la muerte, en dura lucha contra la
anorexia; Irene, una mujer sola, perdida y asustada, a quien le disgusta el rumbo que ha tomado su existencia luego de la muerte de su hermano, su marido y su padre.
Y la propia madre del autor, mujer descrita por él mismo comorencorosa y de lengua
ponzoñosa pero cuyo carácter fuerte y dominante deja una marca indeleble en la honda
sensibilidad del Dr. Yalom.
En los últimos dos capítulos, Yalom nos lleva a reflexionar sobre la relación terapéutica y
a pensar en un vínculo que permita a la persona experimentar la aceptación y protección,
dentro de un diálogo transparente y personal. Así mismo nos muestra las dificultades quesurgen en ambos lados de la vereda, tanto del terapeuta como del paciente.
Irvin D. Yalom
Mamá y el sentido de la vida
Historias de psicoterapia
ePub r1.0
German25 23.10.14
Título original: Momma and the Meaning of Life
Irvin D. Yalom, 1995
Traducción: Rolando Costa Picazo
Diseño: Eduardo Ruiz
Editor digital: German25
ePub base r1.1
1
Mamá y el sentido de la vida
Atardecer. Quizá me estémuriendo. Formas siniestras rodean mi cama: monitores
cardíacos, tubos de oxígeno, goteantes botellas intravenosas, rollos de entubado plástico.
Son las entrañas de la muerte. Cerrando los párpados, me deslizo hacia la oscuridad.
Sin embargo, saltando de la cama, salgo del cuarto del hospital e irrumpo directamente
en el parque de diversiones Eco del Valle donde, hace algunas décadas, pasaba muchosdomingos de verano. Oigo música de calesita. Inspiro la húmeda fragancia acaramelada de
palomitas de maíz y manzanas almibaradas. Y sigo caminando hacia adelante —sin vacilar
ante el kiosco de venta de flan helado ni la montaña rusa ni la vuelta al mundo— para ocupar
mi lugar en la fila, frente a la boletería de la Casa del Horror. Una vez que he pagado mi entrada, espero a que el siguiente cochecitodoble la esquina y se detenga con un ruido
metálico delante de mí. Después de ocupar mi asiento y bajar la barra protectora para acomodarme, echo un último vistazo a mi alrededor, y allí, en el medio de un grupito de espectadores, la veo.
Agito los dos brazos y la llamo lo suficientemente alto para que todos oigan.
—¡Mamá! ¡Mamá!
Justo entonces el coche se sacude y avanza hasta llegar a la puertadoble, que se abre
para revelar unas enormes fauces negras. Me hago hacia atrás todo lo posible, y antes de
ser tragado por la oscuridad, vuelvo a gritar:
—¡Mamá! ¿Qué tal estuve, mamá? ¿Qué tal estuve?
Pero mamá está a un metro ochenta debajo de la tierra. Muerta y fría como la piedra en
un cajón sencillo de pino en un cementerio de Anacostia en las afueras de Washington, D. C.
¿Qué queda de ella?Sólo huesos, supongo. Sin duda los microbios han limpiado hasta el
último resto de carne. Quizás algunas hebras de pelo gris, quizás algún reluciente pedazo de
cartílago se aferran a los extremos de los huesos largos, el fémur y la tibia. Hundida entre el
polvo de los huesos debe de estar aún la alianza de casamiento, de delgada filigrana, que
compró mi padre en la calle Hester poco después deque llegaron a Nueva York, en tercera
clase, desde un shtetl ruso del otro lado del mundo.
Sí, desaparecida hace mucho. Diez años. Muerta y en descomposición. Nada, excepto
pelo, cartílago, huesos, una alianza de casamiento de filigrana de plata. Y su imagen,
acechando en mis recuerdos y sueños.
¿Por qué saludo con la mano a mamá en mi sueño? Dejé de saludar con la mano hace
años. ¿Cuántos?...
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