mancuello y la perdiz
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Escrita en los años sesenta, época de realismo mágico y experimentaciones teóricas en narrativa, Villagra Marsal se pone a caballo entre estas dos formas de hacer literatura. “Mancuello y la Perdiz” se basa en un relato popular paraguayo, de esosque corren de boca en boca cambiando tono y color de acuerdo al narrador, pero por cuya columna vertebral corre siempre la misma fábula moral. Utiliza recursos de la literatura del boom, magia y tierra adentro, como dispuesto a contar el corazón de un pueblo, toma el habla oral del guaraní paraguayo como elemento a transliterar a un sistema de signos obediente al más castizo castellano.
Augusto RoaBastos, en “Hijo de Hombre”, e incluso en las abundantes boutades de “Yo el Supremo”, busca decantar la oralidad guaraní en el castellano, es decir mudar la fuente conservando el agua, en un proceso que incluye traducción e interpretación, valiéndose de todo tipo de recursos lingüísticos. Si bien los resultados pueden parecer dudosos -pues toda poética es inherente al idioma en el cual nace, delcual nace (toda poética es un idioma), y por tanto no se puede traducir, obtiene una poesía particular dentro del idioma castellano-, hay en su prosa, prácticamente en cada párrafo, un encanto particular, propio, que lo hace un escritor único: gratuitamente pomposo para sus detractores, el portador del ángel del idioma guaraní para los que lo alaban sin capacidad de crítica; lo cierto es que bienque mal, es la prosa resultante del cruce de idiomas lo que hace al escritor, lo que lo caracteriza, lo que lo hace querible. Al margen quedan sus temas, sin desmérito.
El caso de Villagra Marsal es diferente: en vez de buscar esta decantación, lo que hace es traducir literalmente, con lo cual los párrafos de esta novela están plagados cacofonías e incongruencias, salidas de tono, un excesivoafán didáctico, que visto en fragmentos es bastante desagradable. Pero, como no es un escritor ingenuo (es simplemente un tanto aburrido), contrapone a sus excesos una prosa antirretórica, escueta, tomada de la oralidad. Su metaforización es inmanente, no elocuente. Esto es un gran acierto, pues da el tono de levedad que requiere toda fábula para cumplir su objeto: engatusar y adormilar al oyente paraque escuche desde sus fueros internos, desde lo que Wordsworth llamaba “los modos oscuros del ser” (el sueño y la locura).
Aquí el relato se inscribe entre lo mejor de una tradición, como es la de la literatura paraguaya, cuya invención narrativa se basa mayormente en la cultura oral y popular. En este sentido también se asocia a escritores latinoamericanos de la misma época, a los que noradicalizaron la asociación urbanidad-modernidad, sino que digirieron lo moderno como una posibilidad de ser de lo tradicional, un espacio donde también puede desarrollarse.
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Las lecturas de esta novela se asentaron usualmente en los manejos del recurso oral y la transliteración castellano-guaraní, el rescate del cuento popular e intento de escenificación y explicación de la cultura paraguaya; a...
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