Mande Su Hijo A Marte
FERNANDO LALANA
Ilustrador: Toni Canyelles
www.editorialcasals.com 2000 by Fernando Lalana y Editorial Casáls, S. A.
Caspe, 79-08013 Barcelona Tel. 93 244 95 50. Fax 93 265 68 95
"Miraba el cielo azul de Marte, como si en cualquier momento puediera encogerse, contraerse y arrojar sobre la arena algo resplandeciente y maravilloso".
Ray Bradbury "CrónicasMarcianas"
1. LA TIERRA. A MEDIADOS DE AGOSTO
Dorian Gray
—Hala... Me dijiste que podría ir contigo a este viaje.
—No, no, no, Elisa. Eso no es cierto. Te dije que vendrías si aprobabas el segundo ciclo de Enseñanzas Primordiales -replicó don Roberto, insistiendo en la partícula condicional de la frase-. Como no ha sido así y tienes que repetir el curso, no puedo llevarte conmigo.—¡Pero...! ¡No ha sido mi culpa, paporris! ¡Es que "la tortuga" me tiene manía!
—Mujer, si la llamas "la tortuga", no me extraña que te tenga manía. Aunque dudo que su odio llegue hasta el extremo de suspenderte injustamente.
—¡Huy...! ¡No conoces a la "tortu", paporris! Es capaz de todo.
—En primer lugar, sí la conozco. Y me parece una buena profesora. Y en segundo lugar: no me llames"paporris" ¿quieres?
—¿Por qué?
—¿Cómo que por qué? ¡Porque no me gusta, caray! Llevo doce años diciéndotelo. Desde que aprendiste a hablar, más o menos. ¿No puedes llamarme "papi" o "papá"? Incluso "papuchi" suena más cariñoso. ¿De dónde demonios sacaste eso de "paporris"? ¡Es ridículo!
—No me acuerdo. Se lo debió de inventar mamá -susurró Elisa.
La mención de su mujer enturbiómomentáneamente la mirada de don Roberto, pese a que se había propuesto no dejarse vencer nunca por la tristeza de su recuerdo delante de Elisa.
—Lo cual demuestra que tu madre tenía de cuando en cuando ideas de astronauta -replicó sordamente-. Como cualquiera de nosotros.
Elisa se dio cuenta de que su padre había bajado la guardia. Decidió contraatacar.
—Venga, papá... déjame ir contigo. Puedoseguir estudiando en esa colonia espacial a la que vas.
Don Roberto negó con firmeza.
—No, Elisa, no insistas. Esta vez no voy a una colonia sino a una estación espacial experimental. Un lugar realmente inhóspito. Allí no hay niños ni, por lo tanto, escuela. Si hubieras terminado tus estudios, sería otra cosa. Además, ya lo hemos hablado muchas veces: cuando se hace un trato, hay que cumplirlo. Yoestaba dispuesto a cumplir mi parte; pero tú no has cumplido la tuya.
—Ya, ya lo sé. Por eso te estoy haciendo la pelota tan descaradamente. Si hubiese aprobado no tendría que andar suplicándote.
Don Roberto sonrió. Estuvo a punto de ceder. Adoraba a su hija y la idea de estar una larga temporada separado de ella le hacía sentirse desgraciado. Desgraciado y culpable.
—Es el último viaje,Elisa. Lo sabes bien. Firmé con la Agencia Espacial Europea por cinco misiones antes de que nacieras. Antes, incluso, de conocer a tu madre. Mil veces me he arrepentido. He procurado retrasar al máximo el compromiso pero ahora no tengo escapatoria: Necesitan con urgencia un psicólogo cibernético y ninguno de mis compañeros está disponible. En esa estación hay noventa científicos de pri-merísimacategoría llevando a cabo experimentos cruciales, y el ordenador central parece estar a punto de caer en una peligrosa depresión. No tengo más remedio que acudir. Pero es el último viaje. Después de este no nos separaremos más, te lo prometo.
Elisa suspiró con resignación.
—Está bien... ¿Cuánto tiempo va a ser esta vez?
—Supongo que podré resolver el problema en... veinte o treinta días.Los ordenadores de última generación son muy receptivos a las nuevas técnicas psicológicas y, con una terapia intensiva...
Elisa miró a su padre con dureza.
—Veinte o treinta días... más el viaje.
—Sí, claro, el viaje... Un día de ida y otro de vuelta.
—¡Vamos, papá, que no me chupo el dedo! -exclamó la joven-. ¿A quién quieres engañar? Para ti será un día de ida y otro de vuelta...
Regístrate para leer el documento completo.