manos milagrosas
El ciego
Idilio de Andrés Chénier
-«Oye mis ruegos tú, deidad de Claros,
Apolo Smínteo, el de la alada flecha
Y arco de plata. Moriré sin duda,
Si tú no guías a este errante ciego.»
Tal pronunciaba con suspiro triste,
Penetrando en la selva, errante anciano,
Y en una piedra se sentó gimiendo.
Al ladrido tenaz de los molosos,Custodios fieles de la grey balante,
Tras él corrían con veloces pasos,
Hijos de aquella tierra, tres pastores,
El furor deteniendo de sus canes,
Por amparar del viejo la flaqueza,
Y acercándose a él, así decían:
-«¿Quién es aqueste anciano, débil, ciego?
¿Será por dicha morador celeste?
Grandeza y altivez su faz descubre, (190)Pende una lira informe de su cinto,
Y al resonar su canto, se estremecen
El aire, el mar, el cielo y las montañas.» [134]
Él sus pasos oyó, y atento espera,
Y tiembla al acercarse, y ambas manos
En ademán de súplica extendía.
-«No temas (dicen ellos), extranjero,
Si ya en forma terrestre, deleznable,
No eres un numen que a la Greciaampara:
¡Tanta grandeza en tu vejez descubres!
Si eres sólo un mortal, oh triste anciano,
No te arrojaron las marinas olas
A tierra cruda y de piedad ajena.
Nunca el destino da dicha colmada;
A ti los altos dioses concedieron
Noble y sonora voz, pero tus ojos
Cerraron a la luz del claro día.»
-«Infantil vuestra voz blanda parece;Niños seréis, mas los discursos vuestros
Prudencia suma (191) y madurez revelan.
Pero siempre recela el indigente
Extranjero que sirven sus desgracias
De objeto a muchos de baldón y risa.
No compararme a los celestes dioses
Oséis: ¿mis canas, mi arrugada frente
Y esta perenne noche de mis ojos
Son de un numen tal vez digno semblante?¡Soy hombre entre los hombres desdichado!
Si a un pobre conocéis, errante, triste,
A ese tan sólo compararme puedo. [135]
No porque yo intentara, cual Tamiris,
La prez del canto arrebatar a Apolo,
Ni, cual Edipo, con incesto hubiera
Y parricidio sobre mí llamado
De las negras Euménides las iras.
En mi vejez el hado omnipotente
Mereservaba la tiniebla oscura,
Y en destierro vagar, hambre y pobreza.»
-«Toma, y ojalá cambie tu destino,»
Ellos dijeron, y sacando luego
De una de cabra piel, blanca (192) y luciente,
El manjar aquel día preparado,
En sus rodillas ponen a porfía
El blanco pan de trigo, la aceituna,
La almendra, el queso y los melosos higos.Come también el perro, que yacía
Entre sus pies, mojado y sin aliento,
Que nadando dejó la corva nave
A pesar del remero, y en la orilla
Vino a juntarse a su infelice dueño.
-«No siempre mi destino es inflexible;
Salud, oh niños (el anciano dijo)
De Jove mensajeros. ¡Venturosos
Los padres que a estos niños engendraron!
¡Venid y quemis manos os conozcan
Cual si vista tuviera! ¡Oh hijos míos,
Hermosos sois los tres, vuestros semblantes
Hermosos son, y dulces vuestras voces! [136]
¡Qué amable es la virtud de gracia llena!
Creced cual la palmera de Latona,
Del cielo don, del mundo maravilla,
Que contemplé, cuando mis ojos vieron,
Al aportar a la sagrada Delos,Cerca de Apolo y de su altar de piedra.
Cual ella creceréis grandes, robustos,
Fuertes, de los mortales venerados,
Porque amparar sabéis tanta desdicha.
Apenas el mayor tendrá trece años, (193)
Oh niños míos; yo era casi viejo
Antes que vuestros padres respiraran.
Siéntate junto a mí, del viejo cuida,
Tú el mayor de los tres.» - «Cantor...
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